"Hemos estado aquí desde tiempos inmemoriales, esta es nuestra casa no dejaré que nos lo quiten”, advierte Sara Mae Williams desde su hogar en medio del desierto, a escasos siete kilómetros de la frontera entre México y Estados Unidos.
Su familia, los indios tohono o´odham (“personas del desierto”), llegaron a esta tierra antes de gobiernos, presidentes o muros. La nación Tohono se conformó a finales del siglo 19 al sur de Arizona y abarca más de 500 kilómetros cuadrados en ambos lados de la frontera.
Pero la autonomía de su gobierno soberano y libre de tránsito corre riesgo. La orden ejecutiva del presidente Donald Trump para construir un muro entre ambos países incluye los casi 100 kilómetros de frontera dentro de la reserva Tohono.
Con ello, los 34 mil miembros de la tribu que residen del lado estadunidense no podrán cruzar por los tres puntos establecidos en la nación (El Sásabe, San Miguel y Luckyville) y cerraría el acceso definitivo a los 2 mil miembros que sobreviven en México.
“Nunca nos vinieron a pedir permiso, no fuimos notificados si quiera de lo que el presidente Trump quiere hacer aquí, así que nos tomó por sorpresa, pero estamos listos para actuar”, afirma el vicepresidente de esta nación, José Verlon, en entrevista telefónica desde Washington, hasta donde los representantes de la tribu llevarán la pelea de su tierra.
El pasado 16 de febrero, las casi 20 tribus que integran el Congreso Nacional de Indios Americanos emitieron una resolución que se opone a la construcción del muro por considerar que la edificación no cuenta con el consentimiento de las tribus afectadas y aseguran que la orden de Trump es violatoria de la orden 13175, que protege a las tribus indias.
La autonomía del gobierno o´odham quedó instaurada en 1937 con un presidente, vicepresidente y un congreso que tiene representatividad en los once distritos en los que está dividida la nación. Cada uno de los distritos funciona con gobiernos internos electos cada cuatro años.
En el próximo verano, Sara Mae Williams, del distrito de Ckukut Kuk, el mismo que tiene colindancia con la frontera de Sonora, se postulará al puesto de vicepresidente (vicechairman) y dar así continuidad a la batalla legal que las autoridades de la nación ya comenzaron en Washington.
“El problema del muro llegó en un mal momento. Nuestra nación tiene otros conflictos que resolver, somos una región empobrecida”, cuenta Sara, mientras camina por la tierra suelta observando las muchas casas derruidas que se ubican cerca de la suya. Y esos problemas son serios: narcotraficantes y coyotes que pasan a migrantes.
Los indios que viven en la reserva se dedican a la agricultura, la ganadería y algunos escasos servicios. Buena parte de los indios que vivían aquí, vecinos de Sara, migraron a las grandes ciudades en Phoenix o Tucson en la década de los 80, según estudios del profesor Robert Williams de la Universidad de Arizona, quien además es asesor del congreso de tribus.
“Los tohono, o pimmans, como se les conoció hasta antes de 1986, son personas que saben vivir en el desierto y de los recursos que la tierra les da, pero se rehúsan a los cambios, a la adopción de la tecnología, tienen grandes rezagos educativos y eso los ha puesto en la mira de las organizaciones criminales, sobre todo a las nuevas generaciones”, dice Robert Williams.
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En 1996, cuando se expidió la Reforma de Inmigración Ilegal y la Ley de Responsabilidad Migratoria en Estados Unidos, el gobierno tohono se opuso también a la colocación de bardas en su frontera con México. A cambio establecieron acuerdos con la Patrulla Fronteriza para vigilar su territorio y evitar el trasiego de estupefacientes y el paso ilegal de personas.
El director de Seguridad de esta nación Tohono, Richard Sanders, asegura que les va muy bien en sus labores: “El trabajo en conjunto de la Patrulla Fronteriza ha tenido gran éxito, en intercepciones y aprehensiones, así como persecuciones de sujetos vinculados a un cártel o individuos que trafican con narcóticos”.
Según sus estadísticas, 60 por ciento de las actividades policiacas que realizan sus elementos están vinculadas con tareas de patrullaje en la frontera: destinan 3 millones de dólares anuales a tareas de seguridad e interceptan cerca de 140 toneladas de en promedio.
Pero no fue suficiente y empezaron los problemas.
En 2014, durante la administración del presidente Barack Obama, el patrullaje en esta porción de tierra colindante con México se redobló. “Los agentes llegan a las casas sin permiso, se meten, buscan por todos lados, drogas, o inmigrantes”, cuenta Janet García, una mujer de 47 años, madre de cuatro hijos y miembro de la tribu. Pero los agentes no son los únicos que irrumpen en sus hogares.
Janet y su familia viven en la localidad de Vamori, también en el distrito de Chukut Kut. Aquí sobreviven nueve familias que de manera constante son amenazados por miembros de la delincuencia organizada. “Llegan a nuestras casas, pidiendo agua, alimento o un lugar para dormir a cambio de drogas o dinero”, dice Janet, quien vende comida todos los días en un puesto improvisado en la ciudad de Sells, la capital de la nación Tohono.
Y es que hay gente que sí se ha metido en problemas, que ha cometido ilícitos.
“Sin duda hay miembros de la comunidad que se han involucrado con el mercado de las drogas y el tráfico de personas, no en todos los casos por elección, sino por amenazas de los propios grupos, que han visto en las tribus una oportunidad para adentrarse a Estados Unidos”, dice el profesor Robert Williams.
Involucrarse con los grupos del narcotráfico es un delito penado por la nación con hasta dos años de prisión en las cárceles de la tribu, más las sanciones de las autoridades federales, de ahí que buena parte de los indios amenazados huyen.
En Sasabe, por ejemplo, una comunidad colindante con El Sásabe, en Sonora, y en donde los o´odham podían cruzar de manera libre hacia el otro lado por una garita controlada por ellos mismos, quedan solo seis personas viviendo. El pueblo entero, antes de 2 mil habitantes, se reubicó en las comunidades más cercanas a Tucson desde hace cinco años. Huyeron del narco.
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Para Sara, las amenazas del crimen organizado o de la construcción de un muro se suman a la posibilidad de que las tradiciones de la tribu se desvanezcan con el paso del tiempo. “Este lugar se está quedando sin personas y más aún sin tohonos que defendamos lo que nos pertenece. Nos hemos convertido en un lugar de paso”, cuenta, mientras levanta botes de agua vacíos, zapatos y mochilas que migrantes dejan a escasos diez metros de su casa.
“La militarización de la frontera, que nos traigan a más agentes, solo traería más problemas para nuestra comunidad, vulnera nuestra soberanía y provoca el desplazamiento de más familias”, dice Sara, quien ha propuesto al congreso de la nación india la capacitación de más miembros de la tribu para que sean ellos mismos quienes cuiden de la frontera.
“Nadie conoce tan bien esta tierra como nosotros, ¿por qué no hacernos cargo de ello? Tenemos la misma capacidad de los agentes de la patrulla para vigilar esta tierra”, asegura.
Pero hay otro conflicto: la división con la gente de México. La propuesta no ha sido evaluada por las autoridades indias estadunidenses y mucho menos por las que se ubican en México. Desde 2010, el gobierno de los o´odham del lado americano desconoce a Alicia Chuhuhua, nombrada en ese año como gobernadora de la etnia en México. Al respecto, José Verlon, vicepresidente de la nación en la zona de EU, asegura que el gobierno de Chuhuhua ha vendido parte de las tierras en México a particulares.
Alicia Chuhuhua dijo en entrevista que la acusación de Verlon es falsa y que se trata de una disputa de tierra entre particulares en la puerta de San Miguel, que se ubica en la reserva de los o´odham. De ahí que el diálogo con las autoridades federales estadunidenses en los próximos meses contra el muro camine en dos vías. Del lado mexicano la Comisión para el Diálogo de los Pueblos de América presentará un oficio en la Corte Interamericana de Derechos Humanos y demandar así al gobierno de Trump.
Mientras tanto, aquí se quedan los cada vez más pocos indios originarios, entre sus ideales y las amenazas de los narcos, agentes y coyotes…
Claves
Canadá y el proyecto
• Al menos cuatro empresas canadienses han manifestado su interés en participar en la construcción del muro que el presidente Donald Trump quiere edificar en la frontera con México.
• Empresas de Alberta, Vancouver, Ottawa y Toronto han manifestado su interés en concursar para ofrecer sus servicios y experiencia en la construcción de bardas y muros de seguridad, arguyendo que no les preocupa el riesgo político de dicha participación.