Oliendo a pintura fresca, las dos mezquitas de la ciudad neozelandesa de Christchurch donde un hombre armado mató a 50 fieles la semana pasada, volvieron a abrir el sábado sus puertas, por donde ingresaron muchos sobrevivientes para orar por las víctimas.
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En la mezquita de Al Noor, donde más de 40 de las víctimas fueron asesinadas por un supremacista blanco, se reanudaron las oraciones con la presencia de policía armada, pero sin recordatorios gráficos del peor ataque en la historia de Nueva Zelanda.
Aden Diriye, quien perdió a su hijo de tres años en el atentado, regresó a la mezquita con sus amigos.
"Estoy muy feliz", dijo después de orar. "Alá es lo máximo para nosotros".
La mayoría de las víctimas del tiroteo, que la primera ministra Jacinda Ardern calificó rápidamente como un ataque terrorista, eran migrantes o refugiados y sus muertes reverberaron en todo el mundo islámico.
El príncipe jordano El Hassan bin Talal, quien visitó la mezquita de Al Noor, dijo que este atentado fue un ataque a la dignidad humana.
"Este es un momento de profunda angustia para todos nosotros, para toda la humanidad", sostuvo.
La cercana mezquita de Linwood, la segunda atacada durante las oraciones del viernes de la semana pasada, también fue reabierta.
Nueva Zelanda ha estado bajo alerta de seguridad desde el ataque y Ardern incluso presentó una nueva ley que prohíbe algunas de las armas utilizadas en el tiroteo del 15 de marzo.
Ashif Shaikh, quien se encontraba en la mezquita de Al Noor el día de la masacre en la que murieron dos de sus amigos y regresó el sábado al lugar, dijo que su fe no se verá afectada.
"Es el lugar donde rezamos, donde nos reunimos, sí, volveremos", sostuvo.
bgpa