A 25 años del genocidio en Ruanda aún siguen abiertas las heridas de aquel episodio de violencia étnica, cuyo conflicto tuvo un saldo de unos 800 mil nativos tutsis asesinados a manos de los hutus, en casi cuatro meses.
La génesis del genocidio se dio el 6 de abril de 1994, cuando el avión que transportaba al presidente ruandés Juvenal Habyarimana, miembro de la mayoría hutu, fue derribado en una acción que fue planeada por militares de su propia etnia.
Para los sobrevivientes, la conmemoración del genocidio sigue siendo un acontecimiento difícil que hace resurgir las imágenes de las matanzas que costaron la vida entre abril y julio de 1994, especialmente entre la minoría tutsi.
"Ahora ya podemos preocuparnos por la transición; ya no estamos preocupados por sobrevivir, por la vida o la muerte (...). Estamos construyendo instituciones, infraestructuras e invirtiendo en nuestra gente", dijo el presidente ruandés, Paul Kagame, en 2013.
¿Qué ocurrió en el genocidio de 1994?
Ruanda hasta ese año era el hogar de tres etnias: los hutus, que comprendían el 85 por ciento de su población, seguido de los tutsis con un 14 por ciento y los twas con apenas uno por ciento.
El genocidio fue consecuencia de la extrema polarización del conflicto entre hutus y tutsis, de la que Ruanda culpó a los colonizadores belgas y franceses por perpetuar el etnicismo.
Durante el periodo, casi 11 por ciento de la población del país fue asesinada. La mayoría de las víctimas pertenecía a la etnia tutsi, que desapareció en casi 80 por ciento y, según datos oficiales, la ola de violencia provocó más de dos millones de refugiados.
Durante los años sesentas y setentas, en que el país se independizó de Bélgica en 1962, las potencias extranjeras apoyaban a los hutus y su persecución de los tutsis, que forzó un éxodo masivo a países vecinos durante los primeros años de la Ruanda independiente.
La muerte del presidente Juvénal Habyarimana, de etnia hutu, al ser derribado el avión en el que viajaba el 6 de abril de 1994, agudizó las disputas étnicas y desencadenó el 7 de abril casi cien días de terror y sangre.
Los asesinatos se extendieron a todo el país. Todas las capas de la población, animadas por las autoridades y los "medios del odio", se entregaron a la causa. Hombres, mujeres y niños fueron exterminados a machetazos, incluso dentro de las iglesias en las que se habían refugiado.
El genocidio terminó el 4 de julio de 1994 cuando el Frente Patriótico Ruandés (RPF), de Paul Kagame, se hizo con el control del país, desencadenando el éxodo de cientos de miles de atemorizados hutus al vecino Zaire (hoy República Democrática del Congo).
Tras el genocidio, este pequeño país de África oriental era una nación desgarrada no solo por la matanza de decenas de miles de tutsis y hutus moderados, sino por las divisiones y las diferencias que desencadenaron el conflicto. Ruanda entonces era un Estado Fallido.
La llegada al poder de Kagame, de origen tutsi, oficialmente en el 2000 es una historia de luces por su liderazgo y superación del conflicto, y de sombras por su mano dura contra la oposición y la disidencia; en 2003, la nueva constitución prohibió la diferenciación por etnias y todos pasaron a ser "ruandeses" a secas.
¿Qué lecciones ha dejado el genocidio?
En cuestión de una generación, Ruanda ha logrado mucho, convirtiéndose en un polo de estabilidad política, transformando un país en ruinas en una economía robusta y hallando una cierta cohesión social.
"Durante los últimos 25 años, la gran preocupación o el gran desafío de Ruanda fue la reconstrucción de la unidad nacional", cuenta Jean-Damascène Bizimana, secretario general de la Comisión Nacional de Lucha contra el Genocidio.
"Se trató de hacer que todos los ruandeses comprendieran que compartimos un mismo país, los mismos derechos", añade. "La construcción de un Estado de derecho fue un desafío fundamental y capital".
Munchos indicadores globales coinciden en que Ruanda lo está haciendo bien. Es el país del mundo con más mujeres en el parlamento, con el 63 por ciento, y está entre los 10 países africanos con mayor crecimiento económico anual por encima del 6 ciento del PIB.
La esperanza de vida es ahora de 67 años, bajo los datos de 2017 del Banco Mundial, mientras que en 1994 era solo de 29 años, y la población, que cayó a menos de 6 millones de personas durante el genocidio, ya se ha duplicado.
Ruanda representa un ejemplo de buena gobernanza y desarrollo en el continente africano, que no deja lugar a la ideología y a las divisiones que causaron el genocidio.
El gobierno de Kagame se ha apresurado a lanzar programas socioeconómicos de todo tipo: desde un sistema de sanidad universal a prohibir las bolsas de plástico por sus efectos contaminantes, pasando por políticas de impulso de las tecnologías de la información o programas de transporte público.
Además que ha acaparado llamativos titulares con iniciativas como la del reparto de sangre mediante drones a clínicas remotas del país.
El Dato:Secuelas del genocidio
Según la ONG Handicap International, el 29 por ciento de los runadeses aún sufre secuelas del genocidio de 1994, generando un estrés postraumático y uno de cada cinco sufre episodios depresivos por el suceso.
Sin embargo, la esfera política sigue muy limitada, con un solo partido que ejerce cierta oposición, el Partido Verde Democrático de Ruanda (DGPR), y el resto de formaciones "pseudo opositoras" que respaldan al Frente Patriótico Ruandés (RPF) de Kagame.
Las medidas de Kagame prácticamente no tienen críticas internas. O no las tienen de forma pública, porque en la otra cara de la moneda se encuentra las limitaciones a la libertad de expresión.
El genocidio supuso una gran huida de aquellos tutsis que consiguieron escapar a países vecinos, y luego, con la victoria del RPF en 1994, la espantada de miles de hutus y responsables del genocidio.
Muchos conflictos vividos en Ruanda en esos 100 días continuaron de forma muy disminuida, en la vecina República Democrática del Congo, con incursiones tutsis a los campos hutus que existían allí o, viceversa, con intentos de rebelión hutus contra el poder de la capital del país, Kigali.
La diáspora ruandesa sigue ocasionando problemas al gobierno, y ha forzado el cierre de dos puestos fronterizos en Uganda, país al que también acusa de albergar a rebeldes ruandeses.
La mayoría de esos ruandeses expatriados siguen siendo leales al ex presidente Habyarimana y a las antiguas Fuerzas Armadas ruandesas, y han formado grupos como la milicia hutu Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), que se esconde en la densa selva del Congo, junto a los más de 100 grupos rebeldes nacionales y extranjeros que operan en esa zona.
Recientemente, unos mil 500 ex combatientes de las FDLR regresaron a Ruanda tras un acuerdo entre gobernantes de la región para acabar con las actividades de rebeldes, sobre todo en el noreste de la República Democrática del Congo.
Según datos de la Comisión Nacional de Lucha contra el Genocidio, unos 25 mil sospechosos de genocidio están escondidos en otros países, y solo 22 personas han sido extraditadas a Ruanda, de las mil órdenes de repatriación que se han remitido.
Para juzgar a quienes cometieron crímenes en ese oscuro periodo de la historia de Ruanda, el gobierno puso en marcha en 2001 los Gacaca, unos tribunales populares comunitarios que juzgaron a casi dos millones de personas hasta que cerraron de forma oficial después de las críticas de imparcialidad de organismos internacionales.
La responsabilidad de la ONU, de Francia y Bélgica
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, no estuvo presente en las conmemoraciones en Kigali, algunos críticos acusan al organismo de haber sido incapaz de detener las masacres de 1994 a pesar de la presencia sobre el terreno de unos 2 mil 500 efectivos.
Bélgica presentó oficialmente el jueves sus disculpas por las "injusticias" que padecieron miles de niños mestizos nacidos en África de padre belga durante el período colonial y arrebatados a sus madres para apartarlos de la sociedad.
"En nombre del gobierno federal belga, pido disculpas a los mestizos nacidos de la colonización belga y a sus familias por las injusticias y el sufrimiento que padecieron", declaró el primer ministro belga, Charles Michel, ante la Cámara de Representantes.
El mandatario expresó también la "compasión" de Bélgica "hacia las madres africanas, a quienes le fueron arrebatados sus hijos". "Espero que este momento solemne sea un paso más hacia la conciencia y el conocimiento de esta parte de nuestra historia nacional", agregó.
Mientras, el presidente francés Emmanuel Macron anunció dos gestos para intentar dilucidar el rol de Francia en el genocidio al abrir a los historiadores todos los archivos y reforzar los medios para llevar ante la justicia a los responsables de aquellas matanzas, indicó un comunicado del Palacio del Elíseo.
Entre los aspectos más debatidos contra Francia figura la magnitud de la asistencia militar aportada por el país al régimen del presidente Juvénal Habyarimana de 1990 a 1994, y las circunstancias del atentado que le costó la vida el 6 de abril de 1994, un elemento que desencadenó el genocidio.
Macron, pese a haber sido oficialmente invitado por Kagame, será el otro gran ausente de las ceremonias de conmemoración del genocidio. En su lugar acudirá el diputado Hervé Berville, un huérfano tutsi ruandés adoptado por una familia francesa en 1994.
Cronología del genocidio
6 de abril de 1994: Dos misiles alcanzan el avión en el que viajaban el presidente de Ruanda, Juvenal Habyarimana, y su colega de Burundi, Cyprien Ntaryamira. La radio local “La Radio de las Mil Colinas”, también conocida como la 'Radio del Odio', inició una campaña contra los tutsis.
7 de abril: Tras el despliegue de los cascos azules de las Naciones Unidas (ONU), la primera ministra de Ruanda, Agathe Uwlingiyimana, fue asesinada por la guardia presidencial. Junto a ella, 10 soldados belgas pertenecientes a las fuerzas de seguridad de la ONU. Los cascos azules se retiran, sin su presencia, comienza la matanza de tutsis.
9 de abril: Jean Kambanda preside un nuevo gobierno sin miembros de ambas etnias. El mismo día, a diferencia de otros conflictos en los que la Comunidad Internacional ha intervenido, Bélgica y Francia sacan del país a todos sus ciudadanos.
11 de abril: Aunque no se pueden dar cifras concretas, la Cruz Roja Internacional comunica que decenas de miles de ruandeses son asesinados ante la pasividad de la ONU. Tres días después el contingente belga deja Ruanda. La ONU ordena a los militares que quedan en el terreno que no intervengan.
17 de abril: Las matanzas se extienden por toda la capital, Kigali. En solo tres meses mueren o desaparecen cerca de 250 mil personas. El incidente más sangriento ocurrió en la iglesia de Kibuye, donde mueren varios miles de tutsis.
21 de abril: El Consejo de Seguridad de la ONU vota de forma unánime retirar por etapas la Misión de Pacificación de Naciones Unidas (UNAMIR) de dos mil 539 soldados.
4 de mayo: El secretario general de la ONU, Boutros Ghali, pronuncia por primera vez la palabra genocidio y en ese mismo mes llegan las primeras cifras concretas: 500 mil ruandeses asesinados, asegura la Cruz Roja.
Primera semana de junio: Ultimátum a los extranjeros residentes en Ruanda para que abandonen el país. Nace el Ejército de Liberación de Ruanda, una guerrilla tutsi.
22 de junio: La Comunidad Internacional reacciona. El Consejo de Seguridad pide a Francia que controle el orden y la seguridad.
Última semana de julio: El Frente Patriótico Ruandés ha conseguido el control de Kigali y obliga al gobierno hutu radical a huir. Sus líderes se exilian en Zaire y, junto a ellos, dos millones de hutus.
Nace el campo de refugiados más grande de la historia denominado "Ciudad de los Muertos".