A un mes de la invasión de Rusia a Ucrania, las naciones en conflicto parecen haber entrado en una lógica de guerra que tiene al planeta de cabeza.
Al mismo tiempo que el presidente Joe Biden ha desembarcado en Europa para llevar a cabo una intensa labor diplomática en distintos ámbitos, con el fin de convocar mayores sanciones a Rusia, las tensiones aumentan en el frente de guerra.
Rusia está atacando a la población civil y ha arrasado en ciertas ciudades fronterizas del este, pero la lucha en la capital parece estancada. Con la horas, se comienza a hablar incluso de la capacidad del ejército de Ucrania de repeler al enemigo, un progreso muy útil para levantar la moral de su gente, que pone en evidencia la pobre ejecución rusa, la escasez de alimentos y combustible y la baja moral de las tropas.
Parecería que Ucrania está pasando de la defensiva a la ofensiva. Ayer corrían reportes de que habían dado cuenta de varios helicópteros rusos y de una embarcación en el mar de Azov.
Los especialistas se preguntan si este es un punto de inflexión en la guerra o sólo el preludio para que Putin, cuya derrota será muy cara, pase a una fase más mortífera, con el uso de armas químicas, biológicas e incluso nucleares.
Un informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos señala que mil 35 civiles ucranianos han muerto y otros mil 459 han resultado heridos. La oficina advirtió que el número real es probablemente "considerablemente mayor".
La última actualización de la página del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados habla de 3.6 millones de personas que han salido de Ucrania y la Organización Internacional de la Migración de Naciones Unidas calcula que hay 6.5 millones de desplazados internos, personas que han huido de sus localidades pero no han abandonado el país.
En medio han quedado barrios residenciales arrasados, hospitales, caminos, escuelas, centros comerciales, incluso teatros destruidos. Las imágenes satelitales de UNOSAT, la agencia de mapas satelitales de Naciones Unidas, muestra el brutal impacto del bombardeo de la ciudad de Mariúpol, donde el 80 por ciento de la infraestructura ha sido dañada de alguna forma.
En el ámbito internacional, la guerra ha dejado ya su huella. Los países de la Unión Europea y sus aliados parecen haber despertado de un letargo estratégico y han logrado hasta ahora mostrar un frente común. La respuesta de Europa a la invasión rusa de Ucrania ha logrado convocar una imagen difícil de imaginar hace un mes: la Unión Europea como una superpotencia que puede alterar el orden global. Han enviado armas y otra ayuda a Ucrania. Varios países aumentaron el gasto militar. Estados Unidos, que luego de la era Trump parecía arrinconado en su lugar en el mundo, ha mostrado un nuevo liderazgo internacional, que le ha sentado muy bien a Joe Biden.
Es probable que la invasión rusa traiga también consecuencias de largo plazo en el consumo de combustibles fósiles. Europa Occidental tendrá que pensar su compromiso con las energías limpias para disminuir su dependencia del petróleo ruso. Mientras, naciones productoras como Irán o Venezuela, que estaban marginadas de la arena internacional, tienen mejores cartas para negociar.
A un mes de iniciado el conflicto, China, la gran superpotencia económica, parece querer jugar en este momento un papel secundario. Se ha resistido a presionar a Vladimir Putin para que detenga los combates. Pero tampoco se ha comprometido con ayudar a Rusia, como se pensaría luego de los recientes acercamientos entre las dos naciones, previos a la guerra.
Las sanciones económicas que Europa Occidental, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Japón y Australia impusieron a Rusia, seguidas por las decisiones individuales de compañías privadas e inversionistas de salirse de retirar sus operaciones han logrado desenchufar a Rusia del sistema económico global. La jugada es llevar a la bancarrota a Rusia para que no pueda seguir sosteniendo su esfuerzo de guerra.
Los indicadores parecen mostrar que las medidas están teniendo éxito. Algunas tiendas están vacías, los rusos hacen colas en los cajeros automáticos para hacer retiros y proteger sus ahorros, la bolsa de valores está cerrada y el rublo se ha devaluado. La vida de la clase media está en peligro. Parece que con la actual visita de Biden a Europa la guerra económica está por entrar a una etapa más severa.
Mientras tanto, Putin ha apretado la mano de hierro a la disidencia. Sus referencias a la necesidad de limpiar a Rusia de la escoria, sus leyes contra la libertad de expresión y su condena a los disidentes, convocan comparaciones con la etapa estalinista. Decenas de miles de rusos, activistas políticos, periodistas, celebridades y empresarios críticos de la guerra han huido a los países vecinos pues temen que sus condiciones empeoren,
También se ha instalado en el mundo una nueva xenofobia. La gente ha comenzado a interpretar las sanciones a Putin como una carta para boicotear todo lo ruso, la ópera, la literatura, el cine. Hemos visto absurdos enormes. Según una nota de la National Public Radio, La Fédération Internationale Féline (FIFe), una federación internacional de felinos con miembros en unos 40 países, están sacando a los gatos rusos de sus competencias, uniéndose a la creciente reacción mundial a la invasión rusa de Ucrania. Como siempre en tiempos de guerra, los ciudadanos terminan sufriendo las consecuencias de las acciones del gobierno. Lo vimos con los japoneses, por ejemplo, en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
El mundo ha cambiado radicalmente en un mes. Nada parece indicar que el conflicto se terminará pronto y tampoco que la humanidad saldrá más sabia del este trance.
DMZ