El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, va a poner a prueba sus instintos este 12 de junio, en Singapur, al convertirse en el primer jefe de la Casa Blanca en reunirse con un líder de Corea del Norte, Kim Jong-un.
“Después de haber multiplicado, en los últimos 16 meses en la Casa Blanca las iniciativas unilaterales, los golpes de efecto y los ataques verbales en su cuenta de Twitter, él debe ahora construir” una opción, estimó desde Singapur el corresponsal del periódico Le Monde, Gilles Paris.
Como presidente no convencional, añade, Trump sorprendió el 8 de marzo al mundo entero, incluyendo a su entorno más cercano, aceptando una invitación de Kim Jong-un a través del presidente surcoreano Moon Jae-in. Su apuesta se va a materializar este martes, tras dos intentos infructuosos de EU en el último cuarto de siglo para lograr la desnuclearización de Pionyang, con el nuevo escenario de que el país asiático ya tiene el arma nuclear.
Trump “rompió con la prudencia mostrada por todos sus predecesores”, agrega Paris y confiado en su calidad de “negociador sin igual”, el magnate apostó al factor personal para iniciar el “proceso” que debe permitir una desnuclearización “completa, verificable e irreversible”, según EU.
Recuerda Paris que el dossier norcoreano no figuraba entre las prioridades de campaña de Trump, que solo muy brevemente aludió al tema en su único discurso de política exterior, en abril de 2016, principalmente para criticar al presidente aún en funciones, Barack Obama. Según Jon Wolfsthal, consejero de Obama para la no proliferación nuclear, éste le habría sugerido a Trump modificar la relación de fuerzas por vía de las sanciones. La política de “presión máxima”, que se tradujo en un amplio frente común en la ONU, derivó de este consejo.
Ahora para Trump los retos son múltiples, afirma Le Monde. Se trata de marcar un parteaguas en la historia teniendo éxito ahí donde todos sus predecesores fracasaron. Una desnuclearización exitosa le permitiría también reducir la presencia militar de EU en el área, cuando Corea del Sur no tiene armas nucleares, pero con Japón abriga a dos tercios de los contingentes del Pentágono en el mundo, incluido el despliegue naval y aéreo del Pentágono en sus maniobras conjuntas con armas con capacidad nuclear. Y si bien las sanciones sin precedentes aplicadas por EU en el último año jugaron su rol para llevar al diálogo a Pionyang, esto se conjuntó, agrega Paris, “con el nuevo poderío nuclear del país y la llegada al poder en Seúl de un presidente deseoso de multiplicar las aperturas en dirección del vecino del norte, para evitar el ‘fuego y furia’ prometidos en agosto de 2017 por Trump, que tiene ante sí una oportunidad histórica”.
Así, dice Paris, el “proceso” va a demostrar el interés real de Trump en un acuerdo a largo plazo. Para Joseph De Trani, negociador con George W. Bush, éste debe pasar por múltiples etapas, entre ellas “una declaración inicial de Corea del Norte sobre su programa nuclear, seguido de un acuerdo sobre un protocolo de verificación y de control por inspectores” de la ONU.