En una época en la que el cambio climático se ha convertido en una verdadera prioridad mundial, el uso de energías limpias es un tema fundamental. Todos deben poner su granito de arena, y en México el gobierno lleva varios años impulsando la introducción de biocombustibles como el biodiésel en las mezclas de origen fósil, de forma que se pueda utilizar en el sector transporte. El país ya cuenta con varias plantas de biodiésel; sin embargo, el resultado aún es incipiente, por lo que se trabaja en un mapa donde se identifiquen retos y barreras.
El biodiésel es una fuente de energía limpia, que es renovable, de calidad, económicamente viable, y que contribuye a la conservación del medio ambiente, razón por la cual representa una alterativa a los combustibles fósiles. Su producción es compleja, y para lograrla se puede utilizar aceite usado, grasa animal o bien, aceites vegetales crudos, también conocidos como oleoginosos.
Pese a estas tres alternativas, las únicas que se utilizan en México son las de aceite usado y la de grasa animal. En tanto, el de aceite vegetal es un tema pendiente, pues no se ha sostenido debido a los altos costos de producción.
En México se cosechan principalmente tres cultivos de oleoginosos —plantas que permiten extraer aceite de sus semillas o frutos— que son la soja, la palma y el coco, pero hay otros cuyo aporte es mínimo, como el piñón mexicano y la higuerilla.
En este rubro, el potencial es realmente importante. De acuerdo con la Secretaría de Energía (Sener), la tendencia apunta a que la producción de oleoginosos en México siga por un camino creciente, dado que el área de pastizales que es susceptible de ser usado asciende a aproximadamente 13 millones de hectáreas.
Según sus estimaciones, la conversión de pastos a cultivos de oleaginosos en las áreas de mayor productividad y menor costo —hasta 1.9 millones de hectáreas— se traduciría en una oferta de biodiésel de 3.2 millones de metros cúbicos anuales.
Para Luis Janeiro, experto en políticas energéticas y climáticas, en términos de potencial lo que hay en México en biodiésel de primera generación son cultivos oleaginosos.
La materia prima que actualmente es la principal en México al producir biodiésel es el aceite de cocina usado; sin embargo, existe poca actividad comercial relacionada con su recolección y procesamiento. La capacidad instalada de este sector es de menos de 2 mil metros cúbicos al año y la gran mayoría de sus integrantes operan de manera informal.
Para algunos expertos, el potencial de expansión en este rubro es amplio, debido a que se puede obtener de 120 mil a 360 mil metros cúbicos de aceite en las ciudades que tienen más de 100 mil habitantes.
En México solo existen cuatro empresas dedicadas a recolectar aceite de cocina usado para la producción de biodiésel: Reoil México, Moreco, Biofuels de México y Solben.
En tanto, la posibilidad de producir biodiésel con base en el uso de grasas animales existe técnicamente, toda vez que al año se obtienen en el país entre 176 y 215 mil toneladas, que podrían convertirse en este combustible, arrojando una producción anual que iría de 154 a 194 mil metros cúbicos.
REALIDAD INCIPIENTE
La generación de biodiésel, aunque incipiente, ya es una realidad en México. A la fecha operan seis plantas, que en conjunto poseen una capacidad de producción de alrededor de 4 mil 182 metros cúbicos al año. Dos de estas compañías están en Puebla, mientras que las demás en Baja California, Durango, Estado de México y Oaxaca.
En tres de estas plantas se utiliza grasa animal, en dos la higuerilla y en una aceite usado.
Para Sergio Gasca, director de bionenergéticos de la Sener, la cantidad de biocombustible que se produce en México es poca, por lo que solo se abastece al mercado local o es para autoconsumo.
Sin embargo, la oportunidad de desarrollar más estos mercados es real, pues dentro de su balanza comercial, México tiene un déficit de combustibles fósiles como carbón, gasolinas y diésel.
Actualmente, el Instituto Mexicano del Petróleo elabora un mapa donde plasmará la ruta del biodiésel. Paralelo a esto, el año pasado se realizó un taller donde se destacó que existe la materia prima, información —aunque limitada— y una legislación energética en transición, lo que debe servir para basar la estrategia del país.
COSTOS DE PRODUCCIÓN
Con base en encuestas realizadas por la Red Mexicana de Bioenergía, los costos de producción de biodiésel a partir de aceites usados en la modalidad de “puesto en fábrica” —existen recolectores independientes que se encargan de llevarlo a la fábrica— es de 13.72 pesos por litro.
En los casos en los que la empresa recolecta directamente el aceite usado y paga un precio de origen, —la compañía elaboradora de biodiésel paga dos pesos por cada litro de aceite recibido, y asume los costos de recolección—, el gasto en producción asciende a 11.10 pesos por litro.
En tanto, el principal componente en la producción de biodiésel a partir de grasas animales es el precio de la materia prima. En este escenario el costo promedio de elaboración por cada litro es de entre 14.22 y 18.22 pesos.
Producir biodiésel no es una tarea sencilla, y a lo largo de los años se han registrado algunos fracasos, como por ejemplo el de una planta en Cadereyta, Nuevo León, la cual fue establecida en 2015 por Grupo Energéticos y el Itesm Campus Monterrey, donde utilizaban grasas animales y aceites vegetales; su capacidad instalada era de 18 mil metros cúbicos por año, pero dejó de operar en 2011.
Otro caso se dio en Lázaro Cárdenas, Michoacán, donde se instaló una planta anexa a una fábrica de aceite vegetal. Se inauguró en 2007 y contaba con una capacidad de 9 mil metros cúbicos al año. Usaba higuerilla, pero la escasez de este producto provocó que en 2008 cerrara.
Por último, en 2010 el Instituto de Bioenergéticos de Chiapas concretó la instalación de una planta que generaba 10 mil metros cúbicos anuales de biodiésel, la cual ocupaba como base Jatropha; sin embargo, la producción de semillas no fue suficiente y en 2011 dejó de operar.
EL SUEÑO DE LA BIOTURBOSINA
El uso de energías amigables con el medio ambiente no solo aplica en el sector de transporte terrestre, sino también en el aéreo. De hecho, el sueño de varios países es que la bioturbosina pueda abastecer a la industria de la aviación; sin embargo, es algo que cada vez se ve más lejano debido a que la producción de este combustible es marginal respecto a la del tradicional; es decir, la turborsina.
Según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), existe incertidumbre en el sector aéreo sobre la disponibilidad que hay en el mercado de este bioenergético e inclusive hay dudas sobre si puede ser comercialmente viable.
Explicó que este escenario es consecuencia del menor precio del petróleo, lo que ha provocado que la turbosina sea más barata que los biocombustibles.
“En el actual contexto de bajos precios del petróleo, las compañías aéreas tienen poco o ningún incentivo económico para invertir en tecnologías de combustibles alternativos”, apunta el estudio de la OCDE.
En México la situación es igual de complicada, toda vez que la participación de la bioturbosina en la aviación es insignificante frente a la utilización del combustible tradicional.
Según reportes de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), de 2009 a 2016 se han suministrado cerca de 200 mil litros de este energético ambiental, mientras que solo en 2016 se vendieron 4 mil millones de litros de turbosina.
Para la OCDE, el uso de biocombustibles tiene la capacidad de generar una reducción significativa en las emisiones de carbono después de 2030; sin embargo, el punto clave es que deben ser más baratos y su producción más eficiente.
De acuerdo con ASA, para asegurar que México pueda producir y cumplir con la demanda de biocombustibles de la aviación en un futuro, se deben analizar y tratar temas relevantes como la cadena de suministro y el marco legal.
“Actualmente México es autosuficiente en la producción de combustible de origen fósil para la aviación. Sin embargo, es un recurso no renovable”, indicó el organismo gubernamental.
La OCDE informó que a escala mundial los actores de la industria tienen la meta de que en los próximos años estos energéticos tengan una participación de mercado de 80 por ciento, cifra ambiciosa si se considera el escenario actual, donde los biocombustibles tienen una relevancia marginal.
ASA mencionó que la importancia de estos energéticos es que ayudan a combatir el cambio climático y a reducir las emisiones de bióxido de carbono. “En los últimos 100 años la temperatura media global del planeta ha aumentado 0.7 grados centígrados y, desde 1975, el incremento por década es de aproximadamente 0.15 grados”, puntualizó.
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