Chile va por más medidas para abatir obesidad; etiquetado fue el primer paso

De acuerdo con cifras del país sudamericano, el 74.2 por ciento de la población de ese país tiene algún grado de sobrepeso.

La obesidad es considerada una enfermedad crónica (Cortesía)
Cristina Ochoa y Orlando Zamora
Ciudad de México /

A casi cuatro años de la entrada en vigor de la Ley de etiquetado frontal en Chile, modelo tomado como referencia en México en la modificación de la NOM-051, autoridades y defensores de la misma empujan una segunda etapa que cierre de una vez por todas el frente contra los niveles de obesidad y el sobrepeso que aquejan al país, por considerar que el etiquetado por sí mismo no es suficiente.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud (ENS) 2016-2017, 74.2 por ciento de la población de ese país tenía algún grado de sobrepeso y obesidad; 39.8 por ciento tenía sobrepeso; 31.2 por ciento era obeso; y 3.2 por ciento padecía obesidad mórbida. Las cifras son considerablemente más grandes que las reportadas en la encuesta 2010-2011, previas a los trabajos para impulsar esta ley.

"En el país ha disminuido más de 20 por ciento el consumo de bebidas gaseosas con azúcar, pero este es un proceso que tiene que ir acompañado por otras iniciativas que hemos presentado como hacer obligatoria una hora diaria de actividad física en todos los colegios, con bebederos de agua. En Chile solo 15 por ciento de la población toma la cantidad de agua necesaria al día", dijo en entrevista con MILENIO Guido Girardi, el senador chileno detrás de la también llamada Ley Súper 8, en referencia a un chocolate chileno, ícono de las golosinas de ese país, pero alto en calorías, grasas y azúcares totales.

Para Cecilia Sepúlveda Alarcón, presidenta del Colegio de Nutricionistas Universitarios de Chile, aún es pronto para analizar el impacto de la ley en términos de índices de obesidad poblacional, en cambio, los resultados principales han sido en de tipo conductual y en la propia industria a través de la la reformulación de productos.

"Nosotros creemos que la conducta sí cambió. Estamos en una etapa contemplativa de cambio todavía y falta educar mucho, hacer más conciencia porque tú no puedes solo educar y decir ‘coma fruta y verdura’. También tienes que darle la posibilidad al acceso para ese tipo de alimentos; que de alguna forma el comer sano no se asocie a tener más dinero, que comer sano sea para todos de la misma forma. No puede ser solo regular, castigar o prohibir, sino que también tiene que haber una educación y un contexto de autocuidado", dijo en entrevista con MILENIO.

Sepúlveda afirmó que alrededor de 90 por ciento de la población chilena entiende el mensaje de las etiquetas de advertencia, sin embargo algunos consumidores siguen comprando productos alto en calorías, grasas y azúcares totales; señal de que el simple cambio de etiquetado no basta sobre todo para las personas adultas.

"Se ha visto que en los niños más pequeños se ha logrado mucha más conciencia de los alimentos saludables y de alguna forma modifican la conducta de compra de los padres. Pero todavía no se ha visto cifras de disminución de obesidad, todavía no está ese estudio", dijo la también académica de la Universidad Mayor de Chile. De acuerdo con el Manual de etiquetado nutricional de alimentos del Ministerio de Salud Chile, la etiqueta debe entregar información útil y relevante sobre la empresa que hace el producto, así como las características o atributos propios del producto. Ésta debe estar visible en el empaque o envase y estar adherida al producto mismo.

Los componentes obligatorios del etiquetado chileno son dos. Debe mostrar la declaración de nutrientes, que es la información sobre el aporte de energía, proteínas, hidratos de carbono, grasa, sodio y azúcares totales que contiene el producto alimenticio. Pero también debe incluir, cuando corresponda, los sellos “Alto en”; que son sellos en blanco y negro que deben rotular los alimentos que superen los límites establecidos para calorías, azúcares totales, sodio y grasas saturadas. Y de manera opcional se pueden incluir propiedades nutricionales y saludables.

Para Erwin Henríquez y Andrés Chehtman, analistas de Euromonitor International, “de manera inicial hay poca evidencia empírica de que los sellos tienen el efecto deseado”, porque los consumidores suelen estar más “enfocados en funcionalidad como indulgencia, energía y relajación, y si el producto cumple con esa función será consumido independientemente de que tengan sellos o no”.

“Lo que sí es cierto es que las categorías que más sufren son las que tenían cierta connotación saludable antes de la implementación de sellos como por ejemplo los néctares y jugos", afirmaron.

Pese a esto, dijeron, algunas categorías han estado presentando un impacto "péndulo"; es decir que después de un impacto negativo inicial en sus ventas, han mostrado una recuperación en sus resultados.

"Uno inevitablemente ve los envases y se da cuenta de si tienen sellos o no. Hay siempre alternativas que no tienen sellos y yo, con la mamá de mi hijo, conversamos y me recomienda cual es el más saludable. Por ejemplo yo compro las galletas Museo, que no tienen sellos, y de vez en cuando compro unas con sello. La cosa es calcular que no sea todos los días. Antes la gente todos los días comía mal", dijo Gonzalo Haristoy, padre de familia.

Para la especialista del Colegio Nutricionista hace falta trabajar aún en el tema de fiscalización. Afirmó que en los colegios las multas por no cumplimiento de los kioscos (negocios) saludables no han bajado del 27 por ciento, ademàs de que es necesario que el siguiente paso de la regulación sea con los alimentos preparados como sandwichs, empanadas y sopaipillas.

lvm

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