Es curioso decirle a la gente que vas a almorzar con Bari Weiss. Lo primero que recibes es una mezcla de desconcierto y emoción. “¿Barry White?” Lo siguiente, después de aclarar que estás hablando de una personalidad de los medios viva y no del difunto maestro del soul sensual, suele ser decepción, y luego desdén.
Weiss, de 38 años, forma parte de un grupo de periodistas de alto nivel que abandonaron las instituciones tradicionales de medios para crear sus propias ofertas, muchas de ellas en la plataforma de boletines Substack, y que ahora cuentan con grandes audiencias que pagan tarifas de suscripción por su cuenta.
Durante el punto álgido de las guerras culturales en Estados Unidos (EU), en el verano de 2020, Weiss renunció de manera muy pública a su trabajo como editora de opinión y escritora en The New York Times, descontenta por la dirección “antiliberal” y de autocensura que estaba tomando el periódico. Afirmó que fue intimidada por sus colegas que desaprobaban su política, en sus columnas argumentó en contra de la idea de que deberíamos “creerle a todas las mujeres” durante la era #MeToo; defendió la denominada “apropiación cultural”; y criticó una campaña estudiantil en contra de un profesor de biología que se negó a participar en un “día de ausencia” en su universidad. “Twitter no está a la cabeza de The New York Times. Pero sí se convirtió en su editor definitivo”, escribió en su carta de renuncia de mil 500 palabras, ahora tristemente célebre.
Con su nueva empresa digital, The Free Press, que oficialmente se lanzó en diciembre, Weiss me dice que espera volver a algunos principios básicos: “Honestidad e intrepidez, integridad, tenacidad: todas las cosas que el periodismo de la vieja escuela debía tener”.
Pero Weiss también es astuta: sabe que los temas polémicos de la guerra cultural que despiertan susceptibilidades, tanto en las redacciones como en las redes sociales, son los que acaparan más atención.
El debate en torno a los derechos de los transexuales es un ejemplo: The Free Press consiguió que J.K. Rowling concediera una entrevista inusual para un podcast de siete episodios sobre la transmutación de Rowling de autora infantil adorada a, en opinión de sus críticos, “transfóbica”.
“Creo que el hecho de que la prensa tradicional no se haya interesado por esta entrevista dice mucho sobre nuestro momento cultural actual”, dice Weiss.
Entrecierro los ojos bajo el sol del mediodía de Los Ángeles y veo a Weiss que viene hacia mí. Mientras nos presentamos, envía algunos mensajes a su abogado. Desde que dejó la Costa Este en septiembre de 2020, Weiss no solo se convirtió en empresaria de los medios; también cofundó una universidad, empezó un podcast, se casó y tuvo un bebé.
Weiss “no es una dama que almuerce”, y le pidió consejo a sus amigos sobre el lugar de nuestra reunión. Sus amigas más chic le aconsejaron que fuéramos a Angelini Osteria, un restaurante italiano de moda pero realista, en Beverly Boulevard.
Un mesero nos trae una canasta de pan crujiente con romero, que me parece bastante bueno. Weiss le da una mordida. “No. No vale la pena. Es como matzah”, dice. “Tenemos que conseguir pan de ajo de verdad”. Así lo hacemos, junto con una copa de Gavi para cada una y unas entradas para compartir: una ensalada César y un tartar de atún.
La mayor de cuatro hermanas, Weiss nació en el seno de una familia judía de clase media de Pittsburgh, Pensilvania. Su padre, un conservador que a veces escribe artículos de opinión para The Wall Street Journal, donde Weiss trabajó cuatro años, y su madre, una liberal, fueron “novios de preparatoria” y terminaron manejando juntos un negocio de suelos y muebles. En el periodo previo a las elecciones de 2016, su madre estaba tan horrorizada ante la idea de que su esposo pudiera votar por Donald Trump, que juró no tener relaciones sexuales con él si lo hacía.
La propia Weiss nunca ha votado por Trump, y eligió a Hillary Clinton en 2016 y a Joe Biden en 2020. Ha votado por republicanos en el pasado, pero se considera “políticamente independiente”. “Yo diría que…. soy una clásica liberal, pero todas estas etiquetas ya perdieron su significado”.
Ella Dice...
“No quiero vivir en un mundo en el que todos tienen su pequeña tribu en línea, que sigue a su pequeño gurú o influencer"
Liberada de las restricciones de una institución periodística de 171 años de antigüedad, Weiss persigue ahora un enfoque del periodismo más experimental y de tipo guerrilla. En diciembre publicó por primera vez los “Twitter Files” (los archivos de Twitter), en los que —por invitación del propietario de la plataforma, Elon Musk— hurgó en los archivos internos de la compañía con un grupo de periodistas independientes, para investigar las políticas de moderación de contenidos anteriores a la adquisición de la empresa por parte de Musk.
Los archivos de Twitter se anunciaron como una serie de revelaciones explosivas sobre el sesgo hacia la izquierda de la red social y su estrecha relación con poderosas instituciones, pero los críticos los tacharon como “una tontería”. Le pregunto si le decepcionó lo que ha descubierto. “No”, dice. “Ojalá hubiéramos tenido más tiempo y un acceso más sencillo... creo que la gente no se da cuenta del reto que representó obtener la información que conseguimos”.
The Free Press, que surgió de su boletín Common Sense, tiene más de 330 mil suscriptores y es el segundo medio político con suscriptores de paga en Substack: alrededor de 50 mil usuarios pagan por él, lo que le reporta más de 3 millones de dólares (mdd) anuales. También recaudó unos cuantos millones de dólares en marzo, en una ronda de más de 20 inversionistas, lo que le permitió emplear a 15 personas de tiempo completo.
Weiss dice que trata de ir más allá del contenido por el que es conocida en The Free Press. “No quiero convertirme en una caricatura de mí misma... me importa mucho este país. Y no quiero vivir en un mundo en el que todos tienen su pequeña tribu en línea, que sigue a su pequeño gurú o influencer”.
Su esposa Nellie Bowles, que ahora trabaja con Weiss en The Free Press desde su casa en el centro de Los Ángeles, fue su colega en The New York Times. Weiss le propuso matrimonio en una mesita frente a una cafetería de Manhattan durante los primeros días de los confinamientos.
Weiss ha sido objeto de numerosas burlas por la Universidad de Austin, la universidad de la cultura anti-cancelación, que cofundó en 2021, ha sido tachada de “escuela falsa”. Pero Weiss dice que la UATX, como se le conoce, espera matricular a su primer año de estudiantes de primer ingreso en 2024, y ya recibió 25 mdd en donaciones. Para poner esa cifra en perspectiva, Harvard recibió mil 400 mdd en 2019, según la revista Forbes.
¿Hay algo que desearía haber hecho de otra manera? Reflexiona un momento. “Estoy muy orgullosa de cómo me conduzco. Intento actuar en internet de la misma forma como lo hago en la vida real”, dice. “Pero creo que si tuviera que criticarme por algo, diría que tal vez me obsesioné demasiado con un conjunto de historias”. Le pregunto qué quiere decir exactamente con esto. “La falta de liberalismo de la izquierda... a medida que me alejo más de ese entorno, más pienso: hay otras grandes historias en el mundo”.
jegb