Barranquilla apuesta por un desarrollo urbano ecológico

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Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla, centra los esfuerzos en proteger la biodiversidad y fomentar las actividades recreativas en la zona.

Foto: Cortesía
Esan Swan
Ciudad de México /

Cuando el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, interpuso una demanda contra el gobierno de Colombia el año pasado, trataba de proteger lo que él llama el mayor activo natural de la ciudad: su biodiversidad.

Pumarejo, que brevemente se desempeñó como ministro de Vivienda, Ciudad y Territorio del país en 2017, dice que el gobierno no hace lo suficiente para proteger el río Magdalena de la contaminación antes de que llegue a los pantanos cerca de Barranquilla, en la costa norte de Colombia, y desemboque en el mar Caribe.

“El río somos nosotros”, dice. “Existimos gracias a él, pero nos olvidamos de eso”. La demanda trata de “lograr que las personas se den cuenta de que si limpiamos el río, estamos limpiando el país, mejorando la calidad de vida de la gente y encontrando un lugar donde podemos unirnos”.

Conocida como la “Puerta de Oro de Colombia” por su puerto y su industria, la ciudad —fundada en 1629 y que en la actualidad es hogar de 1.2 millones de personas— se deshace de gran parte de su pasado industrializado y busca un crecimiento sustentable, en lo que el gobierno local denomina una nueva era de desarrollo urbano más ecológico.

En el marco de una iniciativa del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), denominada “BiodiverCities by 2030”, Barranquilla y más de 120 ciudades de América Latina intentan fomentar un sano equilibrio entre urbanización y espacios verdes abiertos que promuevan la naturaleza, la sustentabilidad y la actividad al aire libre.

Elegido alcalde en 2020, Pumarejo le dio continuidad a los proyectos de desarrollo sustentable trazados por anteriores administraciones, entre ellos la remodelación de la Ribera del Magdalena, conocida como el Gran Malecón, la revitalización de los pantanos al noroeste de la ciudad y la restauración y construcción de nuevos parques a través del programa “Todos Al Parque”.

“Cuando empezamos a trabajar (en el Gran Malecón), solo queríamos que la gente volviera al río, porque se había convertido en una zona industrial, y queríamos que volvieran a tocar el río, a verlo, a sentirlo”, dice Pumarejo. El gobierno local recuperó 5 kilómetros de ribera para uso público, ofreciendo a las empresas incentivos para que trasladaran sus operaciones a otro lugar o se integraran en el plan de la ciudad, explica.

Los proyectos son financiados en su mayoría por CAF, el banco de desarrollo latinoamericano, pero el alcalde dice que socios como la Agencia Francesa de Desarrollo, el gobierno del Reino Unido y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), también han ayudado a financiar la agenda verde de la ciudad.

En la actualidad 93 por ciento de los barranquilleros vive a menos de ocho minutos a pie de un parque y, según la alcaldía, más de 10 millones de personas al año pasan por el Gran Malecón para hacer deporte, pasear un día con sus hijos o ir por algo de comer.

“En Colombia, la naturaleza no es un debate político y la preservación de la misma tampoco: todo el mundo está de acuerdo en que tenemos que hacer algo”, dice el alcalde.

Formalizada en 2022, “BiodiverCities by 2030” orienta a las ciudades hacia estrategias de desarrollo basadas en la naturaleza, dice Diego Ochoa, director de asuntos exteriores del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.

Según el WEF, las oportunidades de inversión en proyectos basados en la naturaleza para infraestructuras e intervenciones de preservación del suelo en las ciudades podrían crear en conjunto más de 59 millones de puestos de trabajo de aquí a 2030, lo que equivale a 1.5% de la fuerza laboral mundial que se proyecta para 2030.

ÉL DICE...

“En Colombia,

La naturaleza no es un debate político y la preservación de la misma tampoco: Todo el mundo está de acuerdo en que tenemos que hacer algo

Pumarejo también firmó un acuerdo con el desarrollador danés Copenhagen Infrastructure Partners para un proyecto eólico marino de 350 megavatios, el primero de este tipo en Colombia. Según una hoja de ruta del gobierno, la energía eólica marina podría aportar más de 27 mil millones de dólares (mdd) en inversiones y crear 26 mil puestos de trabajo de aquí a 2050.

“Nuestro papel como colombianos no es tanto la reducción de emisiones de CO2 porque como emisores estamos en un nivel muy bajo. Nuestro papel es la preservación de nuestra biodiversidad”, dice Pumarejo.

Sofía Pareja Galindo, trabajadora hotelera, vive y trabaja entre Cali, en el rincón suroeste del país, y Barranquilla. Originaria de Bogotá, se mudó a Barranquilla cuando tenía 12 años y, en 2021, se graduó en diseño gráfico en la Universidad del Norte. “Soy quien soy gracias a Barranquilla”, dice Sofía. Crecer en la ciudad fue divertido, dice, por su escena artística y su carnaval.

“Es una ciudad muy artística. Si no bailas, cantas. Si no cantas, haces teatro... pintas, lo que sea, pero tienes que hacer algo que esté relacionado con las artes”.

A Sofía Pareja le gustan los nuevos parques porque, según ella, unen zonas ricas y pobres, y aprueba el modo en que las autoridades locales han reurbanizado la antigua ciudad industrial. Pero quiere más zonas silvestres protegidas en Barranquilla y sus alrededores.

Orlando Almario, programador de software, está de acuerdo en que el arte, la cultura, la gente y la biodiversidad de la ciudad la convierten en lo que es en la actualidad. “En Barranquilla hay un dicho que reza ‘la tierrita es Bacana’”, menciona, que quiere decir, “nuestra tierra es realmente genial”.

Almario dice que le gusta el progreso y el crecimiento de la ciudad, pero no lo atribuye todo al gobierno. “Es la gente”, argumenta. “Los latinoamericanos somos muy trabajadores. Queremos ser mejores que nuestros padres y queremos que nuestros hijos sean mejores que nosotros. Seguiremos luchando por eso, independientemente del gobierno que tengamos”, dice.

Kotchakorn Voraakhom, paisajista tailandés, cree que todo el mundo tiene un papel en el futuro del planeta. “Hay que cambiar las narrativas, en lugar de culpar a los que nos preceden”, dice. “Necesitamos a los jóvenes. Necesitamos su energía. Necesitamos su poder. Y lo que es más importante, tenemos que empoderarlos para actuar”.

Voraakhom dice que los jóvenes tienen que desempeñar un papel más importante a la hora de hacer que las cosas sucedan. Algunas iniciativas fracasan por falta de fondos y demasiada burocracia.

Pumarejo está de acuerdo en que la burocracia es un reto, pero destaca la importancia de involucrar a los ciudadanos: “hay que llevarlos a los lugares que queremos conservar y hay que mostrarles las cosas que queremos hacer”. Añade: “Que construyan proyectos piloto. Construyan viveros urbanos sustentables. Y enséñeles cómo plantar un árbol”.

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