Durante décadas, el sistema internacional de impuestos corporativos ha irritado a casi todos, excepto a los accionistas de las multinacionales más grandes del mundo y a los países con bajas tasas de impuestos.
A medida que la participación de las utilidades de las empresas en la economía mundial ha aumentado y los salarios han caído, a los países grandes les resulta cada vez más difícil gravar esos beneficios.
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Eso finalmente podrá cambiar bajo las propuestas que esbozó la administración estadunidense de Joe Biden en un documento de 21 páginas que se envió a más de 100 países ayer, y que Financial Times obtuvo de múltiples fuentes.
La propuesta busca romper el estancamiento en las conversaciones globales de larga duración de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), al ofrecer por primera vez lo que equivale a un gran acuerdo.
Las principales economías avanzadas tendrán el poder de aumentar los impuestos corporativos de los gigantes estadunidenses de tecnología y otras grandes multinacionales y, a cambio, se introducirá un impuesto mínimo global, lo que permitirá a la administración Biden recaudar ingresos adicionales significativos de las empresas con sede en EU para financiar su programa de infraestructura.
“Deseamos poner fin a la carrera hacia el abismo sobre los impuestos corporativos multinacionales y establecer una arquitectura tributaria en la que los países trabajen juntos hacia un crecimiento, innovación y prosperidad más equitativos”, se lee en el documento.
Carrera hacia el abismo
De acuerdo con los datos de la OCDE, la tasa impositiva corporativa general promedio en las economías avanzadas cayó de 32 por ciento en 2000 a poco más de 23 por ciento en 2018.
Esto se debe en gran medida a que países más pequeños como Irlanda, Países Bajos y Singapur atrajeron a las empresas al ofrecer bajas tasas de impuestos corporativos. Las compañías multinacionales con activos cada vez más intangibles, como las empresas globales de tecnología, trasladaron algunos negocios reales y muchas utilidades a estos paraísos fiscales y jurisdicciones de impuestos bajos, reduciendo sus tasas globales.
Pero eso alimentó la competencia entre otros países para reducir también sus tasas de impuestos, en un intento por mantener a las compañías operando de manera local.
Como resultado, dijo Alex Cobham, director ejecutivo del grupo de presión Tax Justice Network, “hemos tenido más de tres décadas de una carrera hacia el abismo de impuestos corporativos, es momento de darle la vuelta”.
Si obtienen el respaldo de otros países y el Congreso de EU, las propuestas de la administración Biden serán la mayor reforma en los impuestos corporativos en décadas, y pueden dejar sin trabajo a los paraísos fiscales.
Lo que le importa a EU a nivel interno es la introducción de un impuesto mínimo global. Este es el segundo pilar de las negociaciones internacionales.
Tasas sobre las ventas
El avance se produjo con el reconocimiento de que también deben abordarse las preocupaciones de otros países sobre la falta de impuestos que pagan las compañías de tecnología con sede en EU; este es el primer pilar de las conversaciones mundiales. “El segundo pilar no puede tener un éxito pleno sin una arquitectura tributaria internacional multilateral estable”, se reconoce en el documento.
Por tanto, EU ofrece otorgar a todos los países el poder de gravar una parte de las utilidades globales generadas por alrededor de 100 de las compañías más grandes del mundo; la cantidad que cada país puede recaudar se basará en las ventas de las empresas en ese país.
Muchas de estas compañías tienen su sede en EU, por lo que tendrá que renunciar a parte de sus derechos tributarios actuales para cumplir con lo que su propuesta denominó “preocupaciones populares en todos nuestros países sobre las megacorporaciones”.
A cambio, EU esperará que otros países eliminen los impuestos digitales que habían propuesto unilateralmente. También especificó que el nuevo régimen no se enfocará solo a los negocios digitales o empresas estadunidenses.
En principio, el plan estadunidense es similar al compromiso que presentó la OCDE el año pasado, pero es mucho más sencillo, elimina reglas complicadas sobre qué tipos de compañías y sus líneas de negocio estarán cubiertas.
¿Es suficiente?
Aunque solo ha tenido unos cuantos días para examinar el plan de EU, la OCDE considera que en términos generales cumple los mismos objetivos que sus propias propuestas y recaudará una cantidad similar de ingresos.
Como resultado, tiene buenas posibilidades de encontrar apoyo entre otros países; Italia, que preside el grupo de las principales economías del G20 este año, se ha comprometido a buscar un acuerdo para este verano.
Sin embargo, la administración estadunidense tendrá que conseguir los cambios necesarios en los tratados fiscales a través del Congreso, pero los planes están muy lejos de la reforma radical del sistema global de impuestos corporativos que muchos activistas han pedido.
Solo una pequeña porción del impuesto sobre las utilidades globales se asignará para compartir y la propuesta no dará una solución a las desigualdades que favorecen a los países ricos a expensas de las naciones en desarrollo, dijeron activistas.
Cobham, de Tax Justice Network, dijo que le preocupa la pequeña cantidad de multinacionales que son blanco del plan estadunidense. Las propuestas originales de la OCDE habrían abarcado aproximadamente 2 mil 300 empresas.
“No se trata de cambiar las reglas sobre cómo aplicamos impuestos a las multinacionales”, dijo Cobham. “Se trata de cobrar impuestos a unos cuantos… no se ocupa de la gran mayoría que participa en la transferencia de utilidades, pero una ambiciosa tasa de impuesto corporativo mínima global puede ser de gran ayuda para eliminar los incentivos”. _