Cómo recuperar el control de los magnates de TI

FINANCIAL TIMES

Capitalismo de vigilancia. A través de smartphones, autos inteligentes y sensores pueden dar seguimiento a las personas.

Michael Bloomberg es uno de los multimillonarios que financian sus propias campañas políticas. Rick Wilking/Reuters
Rana Foroohar
Londres /

¿El poder de las personas más ricas del mundo de la actualidad es diferente al de las del pasado? Es una pregunta que llegó a mi mente debido a una reciente conversación que tuve con un famoso inversor de tecnología en Silicon Valley.

Discutimos cómo, a medida que los grandes grupos de tecnología crecieron en los últimos 20 años, el número de startups en Estados Unidos se redujo, y que la desigualdad y la polarización política aumentaron. Él parecía más preocupado por esto que yo, lo que aumentó mi optimismo. “Bueno, recuerda que ya hemos frenado antes el monopolio de poder, solamente piensa en los magnates de los ferrocarriles del siglo XIX”. A esto, el inversionista respondió sombríamente, “Sí, pero ellos no podían cambiar las elecciones”.

Eso no es totalmente cierto, por supuesto. El magnate ferroviario Thomas Scott supuestamente ayudó a inclinar las elecciones presidenciales de 1876 hacia Rutherford B Hayes al usar su riqueza y conexiones para asegurar el apoyo político sureño a Hayes a cambio de su bendición a los esfuerzos de Scott para crear la segunda vía férrea transcontinental. Una vez con el acuerdo hecho, Hayes tomó protesta cuatro días más tarde, después de utilizar el vagón privado de ferrocarril de Scott para viajar a Washington.

¿El poder de los que están a cargo de Facebook, Google o Amazon realmente es diferente? La respuesta en gran medida es no, pero también —de una manera importante— sí. Sus modelos de negocios les permiten ejercer poder de abajo hacia arriba de forma diferente a cualquier cosa vista en el pasado.

La influencia económica tradicionalmente se reafirma de arriba hacia abajo. Los ricos compraban los medios, y el sistema político (a través de enormes donaciones abiertas de campaña y métodos más opacos). A veces financiaban sus propias campañas políticas, como lo hace ahora el multimillonario Michael Bloomberg.

Mientras más dinero tenían, más exitosos eran sus esfuerzos. Un artículo reciente de académicos de la Universidad de Massachusetts y la Universidad de Texas muestra qué tan lineal es la relación entre el dinero y el poder político en Estados Unidos. El estudio contó tanto las donaciones oficiales como diversos tipos de “dinero oscuro”. Encontró que en tres periodos electorales muy espaciados entre sí (1980, 1996 y 2012) la relación entre la participación de los principales candidatos de los partidos en el voto de los dos partidos y su participación proporcional del total de gastos de campaña se traslapó en más o menos una línea recta. La relación fue, escribieron los autores, “Fuerte para el Senado y casi absurdamente estrecha para la Cámara de Representantes”.

Esa puede ser una de las razones por las cuales el celo empresarial disminuyó en EU. Como el economista de la Universidad de Nueva York Thomas Philippon examinó recientemente en su libro The Great Reversal: How America Gave Up On Free Markets, hay buenas razones para pensar que el descenso en los niveles de competencia en Estados Unidos pueden explicarse por las opciones de políticas, en particular las que permiten enormes cantidades de cabildeo político formal e informal y contribuciones de financiamiento de campañas. El profesor Philippon argumenta que los mercados europeos son en realidad más libres que los estadunidenses y los niveles de concentración corporativa son más bajos porque hay menos dinero en la política.

Por supuesto, los magnates de tecnología de Silicon Valley de la actualidad cubren tanto a Washington como a Bruselas con efectivo. Pero también tienen otra forma más poderosa de ejercer su voluntad. Eso es a través de su propia innovación, el capitalismo de vigilancia. Pueden dar seguimiento a cada uno de nosotros en línea y, cada vez más, fuera de línea desde nuestros smartphones, automóviles inteligentes o sensores en un número creciente de productos de consumo y en ciudades inteligentes. Eso les permite dividirnos y conquistarnos de maneras en las que los oligarcas del pasado solo podían soñar.

Olvídense de influir en el público y las elecciones desde la televisión por cable o donaciones a políticos específicos. A cada uno de nosotros ahora, gracias al capitalismo de vigilancia, nos pueden separar como granos individuales de arena. Esto ocurre tanto económicamente —vemos diferentes precios, ofertas e información en línea en función de nuestro comportamiento anterior— como políticamente a través de mensajes personalizados para cada individuo. Mientras más datos compartamos, más algoritmos pueden predecir qué haremos y guiarnos a los resultados que prefieren los comerciantes de atención.

Combinemos esto con el hecho de que hay una opacidad total sobre qué mensajes se entregan a quién, y tenemos un poder que supera por mucho al de los titanes del pasado. Lo mejor que podían hacer los magnates de los ferrocarriles en términos de microtargeting (de un objetivo selectivo) era entregar pases de abordar gratuitos a los políticos de su preferencia. El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, sostuvo reuniones secretas con Donald Trump. Pero lo que realmente asusta es el hecho de que su plataforma puede modificar sus algoritmos de manera que nos puede hacer sentir, y potencialmente incluso actuar, de manera diferente.

El jurado todavía no se pronuncia sobre si la desinformación en línea realmente afectó o no las elecciones estadunidenses de 2016, el voto del brexit de 2016 o cualquier elección europea. Pero es cierto que algunos líderes de los grandes grupos de tecnología, entre ellos Eric Schmidt, de Google, han presumido de su capacidad para determinar y anticipar el comportamiento individual. Eso es preocupante.

La aspirante presidencial demócrata Elizabeth Warren quiere intentar dividir a los grandes grupos de tecnología. Pero dividir Facebook no resuelve el problema del capitalismo de vigilancia. Solo prohibir el seguimiento y el enfoque selectivo de individuos hará eso. Solía pensar que una prohibición así era algo extremo. Puede, en esta etapa, ser imposible. Pero también me pregunto si podría ser crucial, no solo para restaurar la competencia en EU, sino para salvar la confianza de todo el mundo en la democracia liberal. 

El problema

En la medida en la que los grandes grupos de tecnología crecieron, las startups de EU se redujeron y la desigualdad y la polarización política aumentaron.

El pasado

Hace 20 años los ricos compraban los medios y el sistema político a través de grandes donaciones a campañas, o bien financiaban las propias.

Análisis

Estudios recientes muestran que el descenso en los niveles de competencia en EU puede explicarse por las opciones de políticas que permiten cabildeos y contribuciones financieras de campaña.

Actualidad

La innovación de las firmas de tecnología es la influencia más poderosa con el llamado capitalismo de vigilancia, gracias al cual pueden incluso influir en la decisión a la hora de votar en las elecciones y en cualquier nación debido al alcance mundial que ejercen.


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