Contratos de compromiso, una vía para bajar de peso

FINANCIAL TIMES

Economía del comportamiento. Los sistemas de motivación que integran pactos, bonos y recompensas se basan en la visión de que al ser humano le gusta ganar; un incentivo los impulsa a hacer ejercicio.

La actividad física es una “cura milagrosa” que reduce el riesgo de padecer enfermedades. Shutterstock
Camilla Cavendish
Londres /

Una víspera de Año Nuevo, frustrada por la falta de fuerza de voluntad de ese año, me registré para donar dinero a una causa que detestaba si no lograba cumplir con mi objetivo de hacer cinco horas de ejercicio a la semana. La causa era una organización antiaborto, y mi renuencia a permitir que pusieran sus manos en mi efectivo resultó ser un motivador durante bastante tiempo, hasta que intervino una lesión.  

A medida que 2019 se acerca a su fin y sentimos que disminuye nuestro autocontrol sobre los pasteles de carne picada, vale la pena pensar en contratos de compromiso como este. Se basan en la visión de los economistas de comportamiento Daniel Kahneman y Amos Tversky de que a los seres humanos no les gustan más las pérdidas que las ganancias. Cuando se trataba de faltar a las sesiones en el gimnasio, saber que me vería y me sentiría mejor tenía mucho menos impacto en mi psique que imaginar el dolor que me provocaría si tuviera que dar ese dinero. 

El ejercicio es una “cura milagrosa”, de acuerdo con la Academy of Medical Royal Colleges (la Academia de Facultades Reales de Medicina), que reduce el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, diabetes tipo 2, algunos tipos de cáncer e incluso demencia. Puede bajar la presión arterial y aumentar la salud mental; sin embargo, solo un tercio de nosotros en los países de altos ingresos hacemos incluso los 150 minutos recomendados a la semana de ejercicio de moderado a intenso. 

Los seres humanos somos terribles a la hora de motivarnos para mantenernos saludables, algo que está planteando un profundo desafío a los sistemas de salud. La mayoría de los ciudadanos de Reino Unido y de EU tienen sobrepeso y más de una cuarta parte son obesos. Incluso en Italia, el país más delgado de Europa, un tercio de los adultos tienen sobrepeso. La obesidad hace que la gente envejezca antes de tiempo y aumenta significativamente el riesgo de enfermedades crónicas. 

Esta puede ser la primera vez en nuestra historia en que los que vivimos en naciones pacíficas nos vemos amenazados por nuestros propios comportamientos casi tanto como por fuerzas externas. 

La vacunación, las instalaciones de saneamiento, las carreteras más seguras y los avances médicos nos han rescatado de muchas de las tragedias que solían matarnos. Nuestras decisiones diarias sobre qué comer y beber y qué tan activos somos, echan a perder nuestro futuro. Esto es cierto en todas las clases, aunque a los pobres son a los que les va peor. 

Esto no se trata solo de una falta de educación. Estamos llenos de información sobre cómo ser saludable. El mantra de “cinco al día” es bastante inevitable. Y las etiquetas de tipo “semáforo” nos muestran la cantidad de grasa, sal o azúcar en cada producto del supermercado. 

El problema radica en cómo procesamos esa información, cuando estamos bajo el control de un cerebro primitivo que está más interesado en atiborrarnos de alimentos procesados. Juzgamos lo que es normal al observar a nuestro grupo de pares y nuestro subconsciente asume un mundo de escasez que siempre nos empujará a obtener una recompensa inmediata —descansar en el sofá— sobre un beneficio a largo plazo, ponerse en forma.

Algunos proyectos intentan cambiar los hábitos ofreciendo bonos o aprobación social, pero en su libro Drive: The Surprising Truth About What Motivate Us (Motivación:La sorprendente verdad sobre lo que nos motiva), Daniel Pink argumenta que ese tipo de recompensas externas pueden socavar nuestra motivación intrínseca de buscar autonomía y propósito. En un estudio, las personas a las que se les pagó por perder peso lo volvieron a subir. 

Nos enfrentamos a nosotros mismos, pero también a un mundo de mercadotecnia generalizada. Nuestros cerebros primitivos responden a señales ambientales: los pasillos de supermercados llenos de refrescos, juegos deportivos patrocinados por fabricantes de dulces, tiendas de comida chatarra junto a las puertas de las escuelas. 

Podemos ayudarnos alterando algunos de los factores que hacen que las decisiones sin sentido sean nuestros valores predeterminados: sustituir las galletas con fruta en la mesa o ir en bicicleta al trabajo, pero también necesitamos que las principales agencias de publicidad diseñen campañas de salud. 

La batalla es más difícil si eres pobre, ansioso, trabajas por turnos y no puedes acceder a una buena comida. En una parte de Pensilvania, los médicos que trabajan para la organización Geisinger ahora recetan alimentos frescos a personas obesas cuya diabetes es tan grave que pone en peligro la vida.

A medida que aumentan las enfermedades crónicas y los presupuestos de atención de salud se disparan, nuestros sistemas de atención médica deben organizar un asalto total para ayudarnos a mantenernos bien, no solo para tratarnos cuando estamos enfermos. La “salud pública” ha sido durante mucho tiempo considerada como un complemento de la atención de salud, pero debe ser fundamental para ella. 

En EU y Reino Unido solo dos de cada 10 médicos hablan con los pacientes sobre su peso; al parecer, es más fácil repartir una píldora para el dolor de espalda que plantear un tema tan sensible. He hablado con algunos médicos que se avergüenzan de su propio peso y otros que no creen que sea posible sacar a las personas de su estilo de vida y no quieren que las largas conversaciones personales se traguen el valioso tiempo de la consulta. 

Los experimentos han demostrado que los médicos pueden tener un gran impacto en convencer a las personas para que asistan a programas de pérdida de peso y se vuelvan más activos físicamente.

Todavía no sabemos lo suficiente sobre lo que funciona para motivar a las personas. Podemos aprender de modelos como Alcohólicos Anónimos, que crean apoyo y responsabilidad entre pares, pero creo que parte de una apuesta inteligente también extraerá lo que sabemos sobre la aversión a las pérdidas. La aseguradora Vitality Health tuvo éxito al ofrecer dispositivos Apple Watch a algunos de sus clientes, y luego renunció a las cuotas si cumplen con sus objetivos de actividad.

Me encantaría convencer a mi gimnasio de renunciar a la cuota de membresía si asisto, por ejemplo, cuatro veces a la semana, pero es más probable que este Año Nuevo busque una nueva causa en a la que me opongo apoyar, en un espíritu de optimismo. 


1,900 Millones de adultos tenían sobrepeso en 2016, de los cuales más de 650 millones eran obesos, según datos de la Organización Mundial de la Salud. 

39% De la población mundial adulta padecía sobrepeso en 2016, mientras que 13% sufría obesidad. De esta cifra 11% eran hombres y 15% mujeres.

41 Millones de niños menores de cinco años padecían sobrepeso o eran obesos en 2016. De estos, casi la mitad vivía en países asiáticos, señala la OMC.

340 Millones de niños y adolescentes (5 a 19 años) vivían con estas afecciones a escala mundial, cifra que se ha elevado de 4% en 1975 a 18% en 2016.


La autora es investigadora de Harvard y ex jefa de Política de Downing Street




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