Por fin llegó el día de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, y como Financial Times les dará cobertura las 24 horas (incluidas noticias y blogs de opinión), me voy a enfocar en un tema económico: la inflación.
Obviamente, este ha sido un enorme tema en las elecciones y será un problema constante para los responsables de la formulación de políticas, sin importar quién esté en el cargo. Si bien la inflación general en Estados Unidos ahora está apenas un poco por encima del objetivo de 2 por ciento de la Reserva Federal, el índice de gastos de consumo personal básico (la métrica preferida de la Fed) ahora está aumentando a su nivel más rápido desde abril.
Si no tuviéramos más inflación este año, la cifra estaría justo en el objetivo del banco central estadunidense de 2 por ciento.
Sin embargo, las mediciones recientes del crecimiento del producto interno bruto (PIB), los ingresos personales e incluso los datos de viajes apuntan a la misma conclusión: la inflación más alta será algo que se mantendrá durante un tiempo.
Las razones por las que no vamos a volver a un entorno de dinero barato no son tanto cíclicas como estructurales. Todas las grandes tendencias macroeconómicas, con excepción de la innovación tecnológica, son inflacionarias. ¿La desvinculación y la deslocalización? Inflacionarias. ¿Regionalización y reindustrialización en los países ricos? Inflacionarias, debido a las grandes cantidades de gasto de capital que implica. ¿La transición a la energía limpia? Desinflacionaria en el largo plazo (ya que reducirá los costos de la energía), pero inflacionaria a corto y mediano plazo, ya que los países compiten por subsidiar e implementar tecnologías verdes, desde turbinas eólicas hasta celdas solares, baterías de litio y vehículos eléctricos.
En ese último punto, mientras China lo que busca es volcar tecnología limpia y barata en el mercado global a través de un enorme programa de estímulo industrial diseñado para compensar el exceso de demanda del mercado inmobiliario, será políticamente imposible para Estados Unidos y Europa aceptarlo. Un reciente artículo en Big Read de Financial Times describe cómo los grupos automotrices europeos actualmente experimentan el lado más duro del dumping chino en el espacio de los vehículos eléctricos.
No importa quién ocupe la Oficina Oval en enero, dudo mucho que se permita que los productos chinos baratos tengan el efecto desinflacionario que tuvieron en el pasado. Los tiempos en que China podía exportar con facilidad sus propios problemas económicos (como el desempleo y un modelo de crecimiento anticuado) al resto del mundo ya quedaron atrás.
La demografía es la última tendencia inflacionaria. Los baby boomers (personas nacidas entre 1946 y 1964) se mantienen saludables, trabajando y gastando. No tienen planes de transferir su riqueza en un futuro próximo; de hecho, muchos de ellos (como mis propios padres) están ampliando sus casas o realizan grandes viajes. Aunque los economistas siempre han pensado que el envejecimiento de la población es desinflacionario, ya que las personas mayores gastan menos, sospecho que esta generación de boomers irá a contracorriente durante los próximos años.
¿Todo esto qué va a significar para el próximo presidente de Estados Unidos? Para empezar, espero una gran conversación sobre la deuda y el déficit, junto con la independencia de la Reserva Federal. La trayectoria futura de las tasas de interés tendrá consecuencias importantes para la trayectoria fiscal de EU, especialmente porque el costo de los intereses de la deuda gubernamental sigue excediendo casi todas las demás partes del presupuesto federal. De acuerdo con el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, un aumento de un punto porcentual en las tasas de interés más allá de las proyecciones agregará 2.9 billones de dólares a la deuda nacional para 2032.
Eso puede, en sí mismo, ser inflacionario si erosiona la confianza en Estados Unidos y, por tanto, aumenta el costo del capital. Muchos acreedores internacionales están preocupados por el sistema político estadunidense, la cohesión social y la capacidad de cualquiera de los candidatos para limitar las cargas de deuda (aunque hay que decir que se espera que el plan de la vicepresidenta Kamala Harris genere la mitad de deuda que el del candidato republicano Donald Trump, e incluso existe la posibilidad de que pueda ser neutral en términos de deuda si aumenta los niveles de crecimiento).
El futuro de Estados Unidos está en juego sin importar quién gane la Casa Blanca (les recomiendo que lean mi columna sobre cómo y si las naciones en declive pueden renovarse alguna vez). Peter, ¿estás de acuerdo en que las cargas de deuda serán un reto inmediato para el próximo presidente? ¿O crees que se trata del típico problema de evolución lenta que se deja de lado una vez más?
Lecturas recomendadas
-Consulten en Financial Times toda la cobertura actualizada de la campaña y la noche de las elecciones al minuto.
-Esperemos que The Economist tenga razón y que cualquier caída del mercado de valores sea menos importante y, en última instancia, menos dolorosa de lo que podríamos pensar.
-Mike Hirsh analiza en Foreign Policy la relación continua de Donald Trump con Rusia y por qué aún puede estar en el bolsillo de Vladímir Putin.
-Por último, Pamela Paul, de The New York Times, tiene razón en que no hay escapatoria de la ansiedad del momento, ni siquiera en el cine: ¿puede alguien hacer otra La La Land?
Peter Spiegel responde
Rana, es difícil responder a esta pregunta porque la urgencia con la que el gobierno federal de Estados Unidos aborde su adicción al déficit depende en gran medida de los caprichos de los mercados financieros. Hubo un tiempo en que los llamados vigilantes de los bonos tenían la sartén por el mango y obligaban a la Casa Blanca a tomar en serio la reducción del déficit. ¿Recuerdan la famosa frase de James Carville durante la presidencia de Bill Clinton, cuando dijo que esperaba reencarnarse en el mercado de bonos para poder “intimidar a todo el mundo”?
Pero eso fue hace 30 años, y hace mucho que no vemos a los mercados de deuda soberana expresar ese tipo de preocupación por el endeudamiento estadunidense. Se ha hablado un poco sobre la reciente venta masiva de bonos del Tesoro, que se achaca a un creciente temor entre los operadores de bonos de que una presidencia de Donald Trump aumente enormemente el déficit, pero no estoy convencido. Creo que los inversionistas están más preocupados por que el recorte de 50 puntos base que llevó a cabo la Reserva Federal en septiembre haya ido demasiado lejos, sobre todo en un momento en que los precios de los activos están en máximos históricos y la economía avanza a un ritmo firme.
¿Qué puede desencadenar una reacción negativa en los bonos del Tesoro? Pasé seis años en Bruselas cubriendo la crisis de deuda de la eurozona, y Grecia se vio obligada a un rescate financiero porque su carga de deuda se consideraba insostenible. Como le recuerdo regularmente a mis colegas, en el momento del primer rescate griego en 2010, la deuda de Atenas era de alrededor de 120 por ciento de su producción económica. ¿Cuál es la relación deuda/PIB de EU ahora? De acuerdo con datos de la Fed de San Luis, es de 120 por ciento. No es una buena imagen estar en los mismos niveles de deuda que Grecia antes del rescate.
Ahora, Estados Unidos no es Grecia. Los bonos del Tesoro siguen siendo un refugio seguro, lo que significa que la gente invierte en ellos independientemente de los niveles de deuda estadunidenses porque la nación tiene un historial de pagar lo que debe y todavía tiene la economía más grande y más fuerte del mundo. Además, a diferencia de Grecia, el gobierno de la Unión Americana tiene un banco central que ha demostrado estar dispuesto a recurrir a los mercados de deuda soberana en tiempos de crisis para defenderse de los ataques de los vigilantes. Como advirtió una vez el fallecido gurú de la inversión Martin Zweig: “No luchen contra la Reserva Federal”. Nunca nadie dijo eso sobre el Banco Central Europeo.
Aun así, llegará un momento en que el mercado de bonos se vuelva mucho menos dispuesto a financiar los déficits fiscales que el gobierno de Estados Unidos lleva acumulando desde la crisis financiera. Como sucedió en la década de 1990, el mercado de bonos comenzará una vez más a “intimidar a todos”. Pero hasta que eso suceda, no veo a ningún nuevo presidente actuando con urgencia para reducir la deuda nacional.