La destrucción creativa da impulso a la innovación

En su libro, Philippe Aghion y sus colaboradores defienden el capitalismo a través de la teoría del economista austriaco Joseph Schumpeter, además de enfatizar la necesidad de regulación y seguridad social

El profesor del Collège de France y de la London School of Economics. Especial
Martin Wolf
Londres /

Alguien nacido en 1600 encontraría el mundo de 1800 bastante familiar, pero alguien de 1800 encontraría el mundo actual más allá de su comprensión. ¿Qué explica esta transformación? La respuesta es: el capitalismo de mercado. 

¿Por qué el capitalismo de mercado es tan dinámico? La respuesta es que dentro de sí contiene un poderoso motor de cambio. Eso no es solo libertad económica, aunque esto importa. Tampoco es la ciencia y tecnología, aunque también importa. Es lo que el gran economista austriaco Joseph Schumpeter llamó “la destrucción creativa”.

Philippe Aghion, profesor del Collège de France y de la London School of Economics, desarrolló una distinguida carrera llevando el modelo de Schumpeter al teórico y empírico mundo de la economía moderna. En este importante libro, escrito con dos colaboradores, Céline Antonin y Simon Bune, presenta su trabajo al gran público.

El resultado, The Power of Creative Destruction (El poder de la destrucción creativa), es lúcido, empíricamente fundamentado, de amplio alcance y con buenos argumentos. También es bastante seco. Pero da una maravillosa visión del terreno. Como explican los autores, el modelo de crecimiento a través de la destrucción creativa tiene tres elementos. 

El primero, la “innovación y la difusión del conocimiento están en el centro del proceso de crecimiento”, el cual es acumulativo, porque los innovadores actuales se paran sobre los hombros de los científicos y tecnólogos que estuvieron antes que ellos.

En segundo lugar, a los innovadores les motiva la posibilidad de un monopolio lucrativo. Esos ingresos tiene que protegerse con derechos de propiedad, incluidos los de propiedad intelectual.

Por último, la innovación amenaza a los operadores tradicionales, quienes lucharán para reprimirla. “Por un lado, las rentas son necesarias para recompensar la innovación; por otro, los innovadores de ayer no deben utilizar sus rentas para impedir nuevas innovaciones”. Una vez más, al evaluar el debate de hoy sobre por qué el crecimiento ha sido persistentemente decepcionante, los autores argumentan que es esencial una política de competencia que proteja a los nuevos participantes frente a los operadores tradicionales.

El libro presenta una gran cantidad de investigación empírica, la mayoría reciente, que muestra cómo funciona la destrucción creativa en la práctica. Muestra, por ejemplo, que las nuevas empresas crean una gran proporción de nuevos empleos. Luego, muchos de estos desaparecen, pero cuanto más intenso es este proceso darwiniano, más rápido crece la economía.

Los autores también señalan la distinción entre economías “que se ponen al día” como China, y economías de frontera, como Estados Unidos. En la primera, el crecimiento se trata más de invertir en formas existentes de hacer las cosas, pero las economías de frontera solo pueden crecer innovando. Si a los tradicionales se les permite bloquear a los competidores, una economía de frontera está destinada a estancarse.

Sobre la trampa de los “medianos ingresos”, el libro sostiene que el fracaso clave de estos países es la creación de instituciones que promuevan la innovación de frontera. También sostiene que en las circunstancias actuales, en las que los servicios sofisticados pueden ser tecnológicamente dinámicos y comercializarse de forma internacional, puede desarrollarse sin industrializar, como lo ha hecho India.

La innovación también depende de la trayectoria: los operadores tradicionales se basan en lo que saben, mientras que los recién llegados están dispuestos a empezar de nuevo. Si los gobiernos quieren garantizar una rápida innovación en nuevas direcciones, deben motivar a nuevos actores que no estén atrapados por éxitos pasados.

Por eso, la aparición de nuevos sectores industriales casi siempre significa nuevas compañías. Por eso, una condición necesaria para la destrucción creativa es un sistema financiero capaz y dispuesto a invertir en nuevas empresas. El libro explica cómo EU se beneficia de una industria de capital de riesgo calificada, que sabe cómo nutrir las empresas nacientes, y de una gran base de inversionistas institucionales que apoyarán a estas empresas a medida que crecen.

Los autores también argumentan que el impacto de la destrucción creativa es complejo. La competencia adicional estimula la innovación y la productividad en las firmas de frontera, pero acaba con las más débiles. Las nuevas fortunas tienden a elevar los ingresos máximos, pero esto es mucho mejor que la mayor desigualdad creada por el cabildeo dirigido a detener a los competidores.

Sobre los grandes desafíos ambientales, los autores insisten en que el “decrecimiento” es una práctica y políticamente inviable. Solo podemos innovar para salir de nuestros dilemas, pero el tipo correcto de innovación no sucederá sin la orientación de incentivos, regulación, gasto público y presión de la sociedad civil.

La globalización es otro tema controvertido. El libro concluye que la protección no es la respuesta correcta a una mayor competencia de las importaciones. La mejor respuesta es apoyar la innovación y así promover empresas nuevas y dinámicas en lugar de las más antiguas y no competitivas. Sin embargo, el grado de aceptación política depende de la existencia de una red de seguridad que no esté vinculada a trabajos específicos.

En términos más generales, no existe una contraposición entre la destrucción creativa y la seguridad básica para la población. Por el contrario, las personas estarán más dispuestas a aceptar lo primero, si disfrutan de lo segundo. El modelo danés de “flexiguridad” es, sugieren, el mejor enfoque.

El éxito de la destrucción creativa depende de un Estado eficaz, no corrupto y que promueva la competencia. Esto solo es posible en una democracia constitucional, con una sociedad civil activa, instituciones independientes y medios de comunicación libres.

Este es, en resumen, un análisis de lo que ha hecho del capitalismo un sistema económico exitoso, pero disruptivo. El éxito del sistema depende de un equilibrio entre la economía competitiva y la estabilidad social, y entre dejar que el capitalismo se desgarre y protegerlo de los capitalistas depredadores.


LAS MÁS VISTAS