Las empresas más nuevas y pequeñas enfrentan todo tipo de desafíos, algunos nuevos y otros antiguos. Hay una mayor concentración corporativa y un poder casi de monopolio de los gigantes digitales. El costo de cumplir con tantas regulaciones es proporcionalmente más alto para ellos y tienen menos acceso a los mercados públicos de deuda barata que sus competidores más grandes.
Esto provoca que muchas compañías busquen los mercados de valores para financiamiento, pero el proceso de Oferta Pública Inicial (OPI) puede ser largo y caro. En estos días, los ejecutivos a cargo tienen otra opción: fusionarse con una SPAC (Compañía de Adquisición de Propósito Especial). Los defensores dicen que estos vehículos de cheque en blanco pueden ofrecer una forma más inteligente, más confiable y más rápida de ingresar a los mercados bursátiles públicos.
¿Pero lo hacen? Las SPACs, que son compañías fantasma que salen a los mercados públicos con la promesa de convertirse en empresas reales a través de fusiones en un plazo de dos años, tienen un récord recientemente. En 2021, existen 30 por ciento más emisiones de SPAC que de OPIs tradicionales. De hecho, el número de compañías públicas se redujo radicalmente en los últimos años.
En un informe de junio de la OCDE, se encontró que desde 2005 más de 30 mil compañías se retiraron del mercado de valores. El número de nuevas salidas a bolsa no se acerca a igualar esto. El resultado: un número cada vez menor de compañías utiliza los mercados públicos de capitales y el dinero que se recauda allí va para menos empresas y más grandes.
Los aficionados de las SPACs dicen que la estructura ayuda a restablecer el equilibrio al hacer que sea más fácil para las empresas jóvenes ingresar al mercado.
Claramente, muchas personas se creen este cuento. Tan solo en 2020, las SPACs recaudaron la misma cantidad de dinero que en toda la década anterior, y 2021 ya superó este total. Esto llevó a que los reguladores y los principales inversores califiquen la estructura como especulativa y peligrosa, el tipo de “innovación” financiera que caracteriza un market top (el nivel de precio al que un valor comienza a bajar).
Sin duda las SPACs tienen algunas de esas mismas características que los bonos basura que desataron la crisis de ahorro y préstamos de la década de 1980 o de las obligaciones de deuda con garantía que participaron en la crisis financiera de 2008. “Debido a que no hay precedentes, pueden asumir riesgos que no se pueden reconocer fácilmente.
Esto les da una ventaja al innovador sobre el mercado y los reguladores”, dice Richard Booksaber, director de riesgo de Fabric, un grupo de riesgos de tecnología y análisis. Esto claramente es problemático. Pero, algo aún más importante, es si las SPACs cumplen o no con la promesa de ser una forma más barata, eficiente y más democrática de volver públicas a nuevas empresas.
Ella Dice...“Debido a que no hay precedentes, (Las SPACs) pueden asumir riesgos que no se pueden reconocer fácilmente, esto le da una ventaja al innovador sobre el mercado y los reguladores”
Un documento de trabajo reciente del Instituto Europeo de Gobernanza Corporativa (ECGI, por sus siglas en inglés) examinó las 47 SPACs que se fusionaron con las empresas objetivo entre enero de 2019 y junio de 2020. Sugiere que no. Si bien los autores académicos no encontraron “ninguna evidencia de que las SPACs sean focos de fraude o engaño de los inversores”, sí encontraron que “los costos incorporados en la estructura de la SPAC son sutiles, opacos y mucho más altos de lo que se reconocía anteriormente”.
Las SPACs del estudio emitieron acciones por aproximadamente 10 dólares y los inversores las valoraron en esa misma cantidad en el momento de la fusión. Pero en ese momento, la SPAC promedio en el estudio tenía un efectivo de solo 6.67 dólares por acción.
En efecto, estos vehículos fantasma consumieron un tercio del efectivo que recaudaron, o 50 por ciento del dinero que finalmente entregaron a las empresas que sacaron a bolsa. “Los costos son mucho más altos que los de las OPI, incluso re presentan una infravaloración”.
El estudio de ECGI señala que las SPACs patrocinadas por grandes fondos de capital privado y exejecutivos de empresas de Fortune 500 generalmente obtienen mejores resultados. Pero hay muchos patrocinadores de alto perfil que se han derrumbado, desmintiendo las afirmaciones de que el proceso ofrece un mayor precio y certeza de acuerdos en comparación con las OPI.
Podemos estar agradecidos de que las SPACs del estudio no estuvieran en manos de inversores minoristas. Los grandes administradores representaban 85 por ciento de la propiedad, y 70 por ciento del total de las acciones estaba en manos de un puñado de inversores, a quienes el estudio denominó la “mafia SPAC”. De hecho, cinco inversores eran propietarios de 15 por ciento del total de acciones posteriores a la OPI.
Se podría argumentar que esto significa que no deberíamos preocuparnos mucho por la fiebre de las SPAC. Si unos cuantos inversores ricos pierden su dinero, ¿qué importa? Desafortunadamente, decenas de estas empresas se unieron al índice Russell 3000, que le dan seguimiento a inversiones de 9.1 billones de dólares.
La Comisión de Bolsa y Valores de EU empieza a expresar su preocupación por las SPACs. Dado que están estructuradas para dejar a los inversores en lugar de a los patrocinadores con la mayor parte del riesgo, no puedo imaginar un mejor objetivo para los reguladores que buscan limitar el riesgo moral.
srgs