Si hay una primera lección que extraer de la crisis de covid-19, es que los gobiernos deben estar mejor preparados para lo peor. La pandemia demostró la locura letal de ignorar las advertencias de los expertos sobre la necesidad de estar preparado para la calamidad, sin importar lo remoto o incierto que pueda parecer. Esto debería ocupar un lugar preponderante en la mente de los líderes mientras luchan por reconstruir las economías afectadas ante los crecientes llamados a abandonar las medidas para abordar otra amenaza global, el cambio climático. A diferencia de covid-19, el mundo ha tenido una gran cantidad de evidencia de los efectos dañinos del calentamiento global durante décadas. Los gobiernos de la actualidad todavía tienen la oportunidad de mitigar esto; deberían hacerlo como parte del esfuerzo de reconstrucción después del virus.
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Es cierto que la crisis del coronavirus está en camino de desencadenar la mayor caída anual de emisiones de dióxido de carbono, más que durante cualquier emergencia económica o guerra anterior. Sin embargo, la caída puede llegar a ser tan breve como la disminución de las emisiones después de la crisis financiera de 2008. Tampoco basta con alcanzar el objetivo central del acuerdo climático de París de 2015: mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 grados centígrados. A medida que los países comienzan a suavizar sus cierres, se insta a los gobiernos a utilizar la crisis para acelerar los avances hacia un mundo con menos emisiones de carbono. Dada la magnitud del daño económico causado y la perspectiva del desempleo masivo, los responsables de la formulación de políticas se enfrentan a un difícil acto de equilibrio: mantienen el status quo y dependen de los combustibles fósiles para reactivar sus afectadas economías o ponen en marcha nuevas políticas para promover una recuperación económica ecológica.
Deberían elegir lo segundo, y emular el ejemplo del presidente Franklin D Roosevelt. Su New Deal (Nuevo Trato) utilizó infraestructuras e iniciativas de empleo financiadas por el Estado para sacar a la economía estadunidense de la Gran Depresión. Los gobiernos de la actualidad deben usar su poder adquisitivo para ayudar a estimular una recuperación del virus que no se encierre en una economía alimentada por combustibles fósiles. No hay una fórmula perfecta. La lucha contra el cambio climático es una empresa a largo plazo que va a requerir cambiar la estructura de inversión para un futuro indefinido. Debe ser un esfuerzo mundial; los mayores cambios en la inversión tendrán que producirse en los países en desarrollo y emergentes.
La prioridad inmediata de hoy es la estabilidad económica. Cuando los gobiernos se sientan obligados a apoyar a las empresas con fuerte dependencia del carbono, ese apoyo debería ir acompañado de condiciones “verdes”. Como mínimo, se debe exigir a los receptores de los rescates financieros que presenten un plan sólido que muestre cómo reducirán sus emisiones a cero neto a más tardar en 2050. Algunas industrias, incluida la aviación, requieren condiciones más duras. En el caso de su apoyo a Air France, el gobierno francés propuso que las emisiones totales de sus vuelos nacionales se reduzcan a la mitad para finales de 2024, una medida que en efecto va a requerir una reducción significativa en el número de vuelos de corta distancia operados por la compañía. Dada la emergencia climática, no tiene sentido que los viajes en tren dentro de Europa sean más caros que los vuelos.
También se debe exigir a las compañías que revelen periódicamente sus riesgos físicos y financieros relacionados con el clima, de conformidad con normas de información fijas. Esto ayudaría a atraer capital privado crucial para una inversión más ecológica y un cambio permanente de actitudes. A medida que salgamos de la crisis de covid-19, los responsables de la formulación de políticas también deben hacer verdes sus propios paquetes de estímulo. Después de la crisis financiera de 2008, los gobiernos gastaron demasiado dinero en proyectos de infraestructura “listos para su construcción”. Como resultado, solo uno de cada seis dólares se gastó en infraestructura sustentable. La oportunidad hoy es mayor. El costo de la energía renovable se redujo significativamente. El sector ofrece actualmente muchos puestos de trabajo, con 11 millones de empleados en todo el mundo en 2018.
CLAVES
POLÍTICAS
Se deben desechar los subsidios a los combustibles fósiles y fomentar los impuestos al carbono.
REGLAMENTACIÓN
Igual de importantes son los reglamentos adicionales, como los requisitos para impulsar la generación de electricidad verde.
OBJETIVO
Este año estaba destinado a ser un punto de inflexión para la acción climática y ese objetivo debe mantenerse en un mundo poscovid-19.