Todos los derechos humanos son derechos de las mujeres y en todos hay brechas de desigualdad. Es importante reflexionar sobre la brecha en el acceso a los derechos de las mujeres en el trabajo. No hay sorpresas: México es el segundo peor país de América Latina en inserción laboral para las mujeres.
¿Significa que las mujeres en México no trabajan? No.
Significa que los trabajos de las mujeres en México son precarios, inciertos y mal remunerados, o no son remunerados en absoluto. Hay millones de mujeres que trabajan en la informalidad, no por deseo o decisión, sino por falta de oportunidades y por sobrecarga de cuidados.
Ellas dedican 50 horas al trabajo del hogar, 2.5 veces más que los hombres. Ese trabajo generalmente no es remunerado ni pesa en las trayectorias laborales, pero permite a otros obtener trabajos formales, mejores ingresos y reconocimiento.
Los cuidados son el elefante en el cuarto si hablamos de trabajo remunerado porque es ahí donde se encuentran algunos de los obstáculos estructurales más persistentes que enfrentan las mujeres. La sobrecarga se explica por la falta de servicios públicos, y por la complejidad que deriva de diseños institucionales que no ponen a las personas en el centro: horarios escolares que no coinciden con los horarios de trabajo; guarderías que no admiten niñas y niños con reflujo; la ausencia de servicios de apoyo y acompañamiento a adultos con discapacidad, entre muchas otras.
El Estado tiene un rol complejo: por un lado debe facilitar el acceso a servicios diversos que permitan a las familias optar por los cuidados más adecuados a su forma de vida. Y por otro lado, debe tomar las medidas legislativas y presupuestales para dotar de contenido la corresponsabilidad: la de los hombres, la de las empresas y la de las instituciones públicas.
Y también tiene que profundizar en la tarea de cambiar los patrones socioculturales de conducta que han perpetuado la discriminación de las mujeres.
Esta tarea revolucionaria y a la vez indispensable no será posible si el Estado no tiene más recursos. Hoy, la reforma constitucional sobre cuidados está detenida en el Senado, con la gran interrogante de cómo se pagaría un sistema de cuidados a la altura de las necesidades del país. Pero la pregunta más importante no solo es cuánto cuesta un sistema de cuidados sino cuánto cuesta no tenerlo. Y ese costo, lo pagan las mujeres.
sgs