Llámenme Casandra. Muchos lo han hecho, pero ya le temo a la recesión que llegará en algún momento durante la presidencia de Donald Trump. Sí, el subidón a corto plazo de la desregulación y los recortes en los impuestos ya está sobre nosotros. Pero, a juzgar por la historia, Estados Unidos está muy atrasado en una recesión y una gran corrección del mercado, y los vectores de riesgo en juego con Trump lo hacen más probable.
¿Por qué debe ser tan negativa, tan pronto? Uno puede argumentar con facilidad que hay muchas razones para ser optimistas de que la fuerte economía que construyó Joe Biden y que heredará Trump seguirá expandiéndose. Hay un crecimiento positivo de los ingresos reales en este momento, además de mejoras de la productividad, una recuperación esperada en la fabricación global y recortes de tasas, por supuesto.
Si a eso añadimos factores como el inminente gasto deficitario de Trump y que se reviertan las políticas antimonopolio de Biden, algo que significará un auge de fusiones y adquisiciones, tenemos buenos argumentos para otro año o dos de ganancias en los activos estadunidenses. Esto parece ser así sobre todo en áreas como tecnología, finanzas (los bancos se están preparando para toda esa realización de acuerdos), criptomonedas (cada vez que el multimillonario Elon Musk tuitea sobre dogecoin, recibe un impulso), capital privado y crédito privado.
Y, sin embargo, incluso si la demócrata Kamala Harris hubiera ganado la Casa Blanca, estaría pensando en lo que realmente impulsa este mercado. Como dijo TS Lombard en una nota reciente a los clientes, “este ciclo económico siempre ha parecido ‘artificial’ y su impulso fue por una serie de fuerzas temporales o puntuales, como la reapertura después de la pandemia, el estímulo fiscal, el exceso de ahorro, la revancha en el gasto y una (mayor) inmigración y participación en la fuerza laboral”.
De hecho, se puede argumentar que el entorno de mercado de los últimos 40 años, con su tendencia a la baja de las tasas de interés y los enormes episodios de estímulo monetario y flexibilización cuantitativa después de la gran crisis financiera, es artificial. Tenemos una generación de operadores bursátiles que no tienen idea de cómo es un entorno de tasas de interés verdaderamente altas. En cuanto subieron un poco hace unos años, se vieron caer las piezas del dominó, basta pensar en el rescate de Silicon Valley Bank o en el aumento de los rendimientos de los bonos durante la crisis que puso fin al breve periodo de Liz Truss como primera ministra de Reino Unido.
Si bien no creo que Trump vaya a echar gasolina al fuego inflacionario con aranceles enormes y generalizados (el contingente de Wall Street de su administración no tolerará el colapso del mercado que puede resultar), probablemente lo veremos usar el mercado de consumo estadunidense como una especie de moneda de cambio que se puede canjear por diversas ganancias económicas y geopolíticas. ¿Alemania no se alinea con la política de EU hacia China? ¿Qué tal aranceles más altos para los coches europeos? Este tipo de negociación es en sí mismo riesgoso.
Dudo que Trump deporte a millones de inmigrantes, como prometió hacer; Wall Street se opondrá a los efectos inflacionarios, pero esta tensión entre lo que quiere la gente de MAGA y lo que quieren el capital privado y las grandes firmas de tecnología es en sí misma un peligro. Inevitablemente creará puntos de inestabilidad e imprevisibilidad que pueden mover los mercados en un sentido u otro.
Las divergencias políticas inesperadas pueden combinarse fácilmente con algunas de las fuentes más habituales de riesgo financiero para crear un gran evento de mercado.
Los préstamos muy apalancados y las inversiones de capital privado son un peligro, por supuesto, dado que Trump puede revertir un entorno regulatorio ya laxo en un momento en que estos activos se están convirtiendo en una parte más importante de las carteras de pensiones e inversionistas minoristas.
Esto, junto con una reducción esperada de los aumentos de capital bancario, es una de las cosas que preocupan al presidente de Better Markets, Dennis Kelleher. “Creo que tendremos un máximo de dos años con Trump, pero en el futuro estamos viendo una corrección potencialmente catastrófica, algo mucho peor que (la crisis financiera de) 2008. Eso se debe a que tenemos un sistema financiero que es esencialmente extractivo”.
Las criptomonedas son otro detonante potencial. Tal vez no tengan valor inherente, pero al profesor de derecho de la Universidad de Columbia Jeffrey Gordon le preocupa que, a medida que los activos y pasivos del mundo real se denominen cada vez más en activos digitales, tengan un canal hacia la economía real. “Las stablecoins pueden caer por debajo de la paridad”, afirma Gordon. “Esa película ya la hemos visto antes, con los fondos del mercado monetario de primera calidad”.
Pero si hay una crisis de liquidez en las criptomonedas, no hay una entidad de crédito de último recurso. Simplemente veríamos desaparecer una gran cantidad de valor imaginario, lo que dejaría llamadas de garantías del mundo real y déficits de financiamiento.
Yo pondría a Musk en la lista como otro factor de riesgo. Tesla está en racha debido a la relación del titán tecnológico con Trump, pero en algún momento los mercados se darán cuenta de que China puede fabricar sus propios vehículos por mucho menos que Tesla. Más allá de eso, las tensiones entre EU y China aún pueden afectar la capacidad de Musk para fabricar autos ecológicos en China. También me sorprendería que los grandes barones del petróleo estadunidenses, que son el verdadero músculo del Partido Republicano, no se opusieran a la influencia de Musk. De cualquier manera, el precio de las acciones de Tesla puede sufrir un gran golpe y arrastrar consigo la espuma más amplia en áreas como la inteligencia artificial.
Como alguien que aún invierte mucho en acciones estadunidenses, no deseo que nada de esto suceda. Pero tampoco lo descartaría. En estos días, Washington está en un ambiente muy de los alegres años 20.