Recientemente, participé en The Future of Work in America, un seminario que incluyó a economistas, formuladores de políticas y consultores, para discutir la problemática relacionada con la automatización y el empleo.
Había muchas predicciones que van a alarmar a los políticos, y a los votantes. Los analistas de McKinsey estiman que entre la actualidad y 2030, decenas de millones de empleos —o, al menos, por los que actualmente se le paga a la gente— los van a realizar robots y redes digitales.
Afortunadamente, McKinsey señala que la digitalización creará tantos empleos nuevos que habrá “un crecimiento laboral positivo neto para EU en su conjunto hasta 2030”. Pero este proceso será desesperadamente —peligrosamente— desigual. Las personas que solamente posean un diploma de preparatoria o menos perderán sus trabajos cuatro veces más rápido que el promedio, porque este nuevo trabajo será calificado.
Algunos sectores demográficos se verán particularmente afectados, con 11.9 millones de hispanos y afroamericanos, 14.7 millones de trabajadores jóvenes y 11.5 millones de trabajadores de mayor edad que serán reemplazados de sus trabajos.
McKinsey cree que 25 megaciudades y centros urbanos representarán casi dos tercios del crecimiento futuro del empleo, a pesar de que solamente cuentan con menos de la mitad de la población estadunidense. El futuro del mercado laboral, en otras palabras, probablemente vaya a ser una historia de festines y hambruna.
Hasta ahora, es muy inquietante. Pero mientras escuchaba estas predicciones, pensé: nuestra era no es la primera en la que la tecnología destruye trabajos. Las innovaciones como la electricidad, los ferrocarriles, el telegrama y la máquina de vapor tuvieron un efecto similar en épocas anteriores.
Los datos del Instituto Milken, por ejemplo, sugieren que si bien solamente 2 por ciento de la población estadunidense actualmente vive en una granja, esa cifra era de 40 por ciento en 1900 y 98 por ciento en 1800.
“¿Qué mayor rapidez tendrá el proceso de desplazamiento que antes?”, pregunté en el seminario. Supuse que la respuesta podría ser desde “el doble de rápido” hasta “10 veces más rápido”, dado el pánico que existe actualmente en torno a la automatización.
Hubo un largo silencio en el salón, y luego los economistas reunidos admitieron que, en la medida en que podían verlo —y es endemoniadamente difícil hacer comparaciones precisas debido a la falta de datos históricos granulares— hay poca evidencia de que el proceso de desplazamiento laboral impulsado por la tecnología en realidad se ha acelerado de manera significativa.
Estaba pasmada. Si eso es correcto, se requiere de otra pregunta: ¿por qué todos están tan preocupados por la tecnología en este momento? Los participantes del seminario ofrecieron algunas ideas.
Tal vez los expertos están luchando para encontrar alguien a quien culpar por el ascenso del populismo. Tal vez las redes sociales y el advenimiento de las profesiones de economía y consultoría facilitaron el seguimiento de la pérdida de empleos. (Cuando hace un siglo se perdían empleos agrícolas en las granjas, no había consultores de McKinsey para cuantificarlos).
Sin embargo, quizás el culpable más probable es la movilidad laboral, o, más exactamente, la falta de ella. Hace un siglo, los trabajadores estadunidenses a menudo iban a donde pudieran encontrar trabajo. El mantra “¡Ve al oeste, joven!” (En busca de oportunidades) definió la imagen de la nación. Pero hoy, señala McKinsey, “la movilidad geográfica en Estados Unidos se erosionó a niveles históricamente bajos”.
Más específicamente, mientras que 6.1 por ciento de los estadunidenses se mudaban entre condados o estados cada año en 1990 (y en décadas anteriores, esto casi sin duda era mucho más alto), en 2017, esa cifra cayó a 3.6 por ciento. Y cuando los trabajadores abandonan las áreas deprimidas hoy en día, generalmente se trasladan a lugares con un perfil similar en lugar de ir a las megaciudades o los centros de alto crecimiento.
¿Por qué? Probablemente un factor sea el envejecimiento de la población del país (los trabajadores más jóvenes suelen ser más móviles). Otro son las altas tasas de propiedad de vivienda (la propiedad puede ser difícil de vender).
Consideraciones
En la última década los estados introdujeron requisitos de licencia para muchos trabajos, algo que dificulta que las personas busquen empleo en otros lugares. Otro problema es que el costo de vida en los centros urbanos es muy alto.
McKinsey sospecha que también existe “una creciente separación cultural”, o polarización, en Estados Unidos que hace que los trabajadores estén menos dispuestos a abandonar sus comunidades.