No deja de ser curioso que una de las mayores quiebras financieras en la Historia de los Estados Unidos de América haya proporcionado el premio Nobel de Economía al que entonces ocupaba la presidencia de la Reserva Federal, Ben Bernanke.
Han pasado muchos años desde entonces. A Bernanke no le han dado el premio en 2022 por su gestión de la crisis financiera que provocó Lehman. Pero sí por el trabajo que durante las cuatro últimas décadas han realizado sobre el papel que los rescates bancarios juegan en las crisis financieras.
Ha sido un trabajo realizado por Bernanke con dos profesores de economía: Douglas Diamond y Philip Dybvig. El trabajo investigaba la regulación bancaria y el uso de fondos públicos para sostener o rescatar entidades financieras en tiempos de incertidumbre económica, así como para impedir crisis aún más profundas.
En concreto, el premio manifestó que era concedido por mostrar cómo pueden los gobiernos utilizar depósitos y actuar como un prestamista de último recurso para descabezar problemas en los bancos, dado que los rumores de problemas en los bancos estimulan retiradas de fondos que elevan el peligro para esos mismos bancos.
Esas retiradas de fondos también provocan operaciones de trading bajistas o ventas de acciones e, incluso, ventas a corto, cuando la situación del banco es más delicada.
La academia sueca considera que su trabajo ayudó a que los bancos centrales y los reguladores respondieran a la recesión y la incertidumbre durante la pandemia por la Covid-19, estableciendo la máxima de que evitar colapsos bancarios es vital.
Y eso que Bernanke decidió que lo mejor era no evitar el colapso de Lehman porque legalmente no podía ser rescatado. Ahora, el trabajo de los economistas estadounidenses supone un cambio en esa estrategia.
También tiene implicaciones en la actual crisis de fuerte inflación y agresivas subidas de tipos de interés en todo el mundo. En teoría, los economistas demuestran con su trabajo que los bank runs o pánicos bancarios en los que los clientes de un banco sacan su dinero por miedo a un colapso y provocan que el banco se descapitalice y se acentúen sus impagos, son un factor decisivo en la profundidad y la duración de las depresiones.
Y que los riesgos pueden reducirse utilizando una supervisión delegada en la que los bancos son intermediarios entre ahorradores y prestatarios. Tales herramientas podrían ayudar a minimizar la severidad de la actual situación económica.
Antes no importaba la caída de los bancos
En cierto modo, la ortodoxia anterior asumía que el sector financiero tenía un papel muy reducido en los máximos y en las crisis económicas (crash) porque se limitaba a convertir los ahorros de los usuarios en inversiones.
Sin embargo, los economistas han remarcado con su trabajo que tomar dinero prestado a corto plazo para realizar inversiones a largo plazo (apalancamiento, junto con la transformación de los vencimientos) hacía que los bancos fueran susceptibles a estos pánicos bancarios.
De hecho, fueron un factor muy importante en la Gran Crisis de 1930.
Ben Bernanke, presidente de la Fed entre 2006 y 2014, fue lento a la hora de responder a la crisis financiera que estalló en 2008 y 2009 y que destruyó unos 1,4 billones de dólares solo en Estados Unidos.
La Reserva Federal pensó que los grandes bancos locales eran lo bastante sensatos como para evitar la crisis. Pero no fue así. Desde entonces, la solución es exigir a los bancos más liquidez y niveles de capital más elevados, así como limitar su apalancamiento. Y pese a ello, esos niveles de capital y liquidez podrían no ser suficientes para afrontar una crisis, dicen los expertos.
De ahí el premio al trabajo de estos tres reconocidos economistas. El Nobel normalmente premia investigaciones que se han mostrado acertadas y aplicadas con buen criterio y resultado. Pero este no ha sido el caso.
Una lección no del todo aprendida por los bancos
No si entendemos que el mundo vuelve a afrontar una situación delicada y que no hay mucha esperanza en que el sector financiero sea una fuente de fortaleza y no de contagio.
Así, el premio Nobel de Economía 2022 puede ser una advertencia de que lo que se hizo mal entonces puede estar todavía haciéndose mal ahora y que, por lo tanto, podríamos no haber aprendido nada de la grave crisis de 2009 que arrancó con la caída en desgracia de Lehman Brothers.
De momento, la crisis actual parece que favorece el trading con las acciones de algunos bancos concretos, pero, a pesar de la subida de tipos, no de todo el sector. Algo debe haber ahí todavía que no incentiva el trading alcista en acciones financieras. Quizás, en el fondo, les demos la razón a los economistas y aceptemos que el sector financiero global todavía no se ha aplicado las enseñanzas de la crisis de 2009.