A 32 años del terremoto de 1985, la sociedad mexicana parece estar mejor preparada en materia de prevención de desastres, pero la historia es otra si se ve desde el punto de vista financiero. Las personas han aprendido a proteger su vida, no así sus propiedades.
El terremoto del pasado 19 de septiembre terminó con la vida de poco más de 350 personas, cifra muy por debajo de los miles que se contabilizaron en el sismo de 1985. Autoridades y sociedad afirman que estamos mejor preparados para salvaguardar nuestra vida; en contraste, los esfuerzos por educar financieramente a la población son casi nulos y, como en 1985, la mayoría de las familias que perdieron sus viviendas o tuvieron algún daño en sus propiedades dependerán de los apoyos del gobierno para recuperarse de la tragedia.
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La realidad es que “el gobierno va a responder hasta cierto monto, quizá el valor catastral o el valor del terreno, pero su actuar es limitado”, asegura Ángel Méndez, especialista en finanzas personales y catedrático de La Salle.
No corro, no grito, no empujo…
Un año después de la tragedia de 1985, el gobierno federal creó el Sistema Nacional de Protección Civil; dos años después se modificó el reglamento de construcciones de la capital, tomando en cuenta las experiencias del sismo, y en 2004 se volvió a modificar para hacerlo más estricto. Además, si bien no se cuenta con alertas sísmicas en todo el país, sí existen en las principales regiones del Pacífico mexicano, como Guerrero y Oaxaca. Y en las escuelas los niños recitan de memoria “no corro, no grito, no empujo”.
Pero en materia de educación financiera la historia es distinta. Las personas siguen viendo los seguros como un gasto y no como una inversión para proteger sus bienes, dice Méndez.
El especialista considera que luego de 1985 se debió haber generado una cultura de prevención en materia de contratación de seguros, “más allá de los simulacros”.
Aun cuando el país está en el puesto 23 de riesgo catastrófico alto ante fenómenos naturales, según el Banco Mundial, la falta de educación financiera que señala el catedrático se refleja en las cifras de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS): apenas 8.6 por ciento de las casas o departamentos tiene un seguro que los protege de afectaciones causadas por huracanes, tormentas, terremotos y erupciones volcánicas.
Del total de casas aseguradas, 25 por ciento cuenta con una póliza debido a que está pagando un crédito hipotecario y el seguro es requisito para el crédito.
Lo mismo sucede con los negocios. Sólo 5 por ciento de las microempresas aseguran sus propiedades y en el caso de las empresas pequeñas el porcentaje sube a 15 por ciento. El sector con mayor protección es el de los medianos y grandes negocios, donde el porcentaje incrementa a 50 por ciento.
De acuerdo con el Plan de Atención de Catástrofes del Sector Asegurador, 41 por ciento del territorio nacional está expuesto a huracanes, terremotos, tormentas y erupciones volcánicas. Esto significa que 31 por ciento de la población total está en riesgo de sufrir daños en su integridad física y en sus propiedades.
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Educación financiera en pañales
La educación financiera en nuestro país es incipiente. Apenas en enero de 2014, como parte de la reforma financiera promulgada por el presidente Enrique Peña Nieto, se elevó a rango de ley el Comité de Educación Financiera, con el fin de alcanzar una Estrategia Nacional en la materia.
En el decreto de ley se dieron instrucciones para que la Cámara de Diputados procure destinar recursos en el presupuesto de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), para el desarrollo de programas de educación y cultura financiera.
La reforma podría dar un nuevo empuje a la Semana Nacional de Educación Financiera, que realiza desde 2008 la Condusef.
Para Méndez, como para muchos otros especialistas en finanzas personales, la educación financiera debería empezar desde la infancia; sin embargo, en las escuelas públicas del país ésta no es una materia que forme parte del plan educativo.
Fue apenas en marzo de 2017 cuando la Secretaría de Educación Pública (SEP) planteó que, como parte del Nuevo Modelo Educativo, los alumnos de primaria y secundaria tendrán enseñanza de educación financiera y habilidades para emprender.
El especialista en finanzas personales de La Salle explica que la falta de educación financiera hace que las personas no prioricen la protección de sus bienes y que las pocas personas que sí contratan seguros, no conozcan bien el funcionamiento de los mismos.
“Muchas de las personas que tienen un seguro para su casa no saben exactamente lo que se está protegiendo. Debemos tomar en cuenta si la cobertura contempla las pertenencias o sólo la infraestructura. Cuando se aseguran las pertenencias, se debe hacer un inventario de todas las que tengan factura para que la compañía aseguradora sepa perfectamente qué había dentro de la propiedad”, explica.
Detalla que cuando el seguro sólo cubre infraestructura, no importa si dentro del inmueble se perdieron joyas, pinturas o dinero, el seguro no va a responder por ellas. La póliza determina hasta dónde y cuánto se va a responder.
“Muchas personas contratan seguros, pero dejan la póliza abandonada durante años, no le dan mantenimiento, no la actualizan y cuando ocurren desastres naturales como el del 19 de septiembre y la aseguradora no responde porque dicha póliza no se renovó, el usuario se siente robado o engañado”.
Para Méndez, el problema de hace 32 años y de ahora sigue siendo que “pensamos que nunca va a pasar nada”.
MCM