Por: Hernán Garza Villarreal, Mabel Almaguer y Yuribi Ibarra
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Durante mucho tiempo la concepción de que las prácticas económicas de los hombres —sí, de los hombres, porque las mujeres no estaban contempladas en este modelo— estaban basadas en acciones racionales para maximizar recursos tratando de obtener los mayores beneficios con un esfuerzo mínimo ha explicado los comportamientos que se dan en una sociedad. Sin embargo, diferentes análisis sociales han comprobado que existen significados sociales y culturales más complejos que dan sentido a prácticas económicas y financieras de los seres humanos. La deuda por ejemplo, se percibe y experimenta en distintas formas de acuerdo a contextos sociales y la posición estructural de los sujetos; igualmente, puede tener un significado distinto para una mujer o un hombre. Esta perspectiva pone de manifiesto que en las transacciones económicas, además, existen factores del orden sociocultural, simbólico y del comportamiento que forman parte de las prácticas humanas; por tanto, es vital comprenderlas para lograr los impactos esperados a partir de las intervenciones del Estado a problemas específicos.