Por: Jesús Silva-Herzog Márquez
Ilustración: José María Martínez, cortesía de Nexos
En su ensayo más famoso Ortega describía esa idolatría moderna como “politicismo integral”: política exorbitada, política fuera de sí. Una política que impide el encuentro con nosotros y que desfigura al mundo; una política que nos vacía de soledad y de intimidad. Lo decía porque sentía el aguijón de la política. La idea de hacer nación no dejará de cosquillear su vanidad platónica. Atracción y repulsión. Responsabilidad y vocación. Sin duda, el filósofo sintió la seducción del mando, se imaginó arquitecto de una nación europea, pero al final del día se definirá por oposición al arquetipo Mirabeau.