Por: Tania Alonso Vásquez
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
En 1865, un francés llamado Louis Pasteur descubrió que existían bacterias responsables de la descomposición de líquidos y carnes. De hecho, fue así como desarrolló la pasteurización, cuyo objetivo es precisamente disminuir la presencia de bacterias y otros microorganismos en líquidos, como la leche, al hervirlos o elevar su temperatura al punto que que la mayor parte de su biota muere. Después de estar seguro de que las bacterias eran responsables de la fermentación de líquidos y la putrefacción de carnes, Pasteur afirmó que también podrían causar enfermedades en humanos y otros animales. Esto apoyó la “teoría microbiana de la enfermedad”, desarrollada previamente por Girolamo Fracastoro en 1546 y Marcus von Plenciz en 1762. Como su nombre lo dice, dicha teoría plantea que las enfermedades en general son causadas por microorganismos como bacterias, hongos y virus, por decir algunos, y no por lo que previamente se conocía como “aire malo” que aludía a que todo hedor era enfermedad. A mediados del siglo XIX, cuando la industria de la seda empezó a verse afectada por la disminución de huevos del gusano de la seda, Pasteur detectó que estos estaban infectados por esporas del hongo Nosema bombycis y, aislando los huevos que contenían el parásito, logró que los demás ya no se contagiaran, lo que salvó a dicha industria.