Por: José Antonio Aguilar Rivera
Ilustración: Belén García Monroy, cortesía de Nexos
Aceptamos un slogan —la cuarta transformación— como si fuera la descripción de una realidad tangible. El efecto semántico de esa operación tiene vastas consecuencias. Como apuntaba Orwell, el lenguaje puede corromper al pensamiento. Un mal uso puede extenderse a través de la imitación, aun entre personas pensantes, capaces de descubrir la artimaña. El gran enemigo del lenguaje claro, advierte Orwell, es la insinceridad: “cuando hay una brecha entre los intereses declarados y los verdaderos, uno recurre instintivamente a largas palabras y a expresiones gastadas, como un calamar expulsando su tinta”. Con esa maniobra el animal intenta cubrir su rastro. La tinta es un medio deliberado para oscurecer y confundir.