El cauce y el río

Hay una tradición establecida de hablar de la política en términos hídricos. En la imaginación metafórica, el Estado es una nave a merced del mar de la contingencia.

De manera histórica, se ha asociado el poder político con referencias marítimas. (Belén García Monroy)
Nexos
Ciudad de México /

Por: José Antonio Aguilar Rivera

Ilustración: Belén García Monroy, cortesía de Nexos

Sócrates ilustraba el sinsentido de la ambición de poder con la alegoría de un barco en el cual los tripulantes se amotinan y luchan por el timón. Todos lo quieren, pero ninguno sabría cómo pilotear la nave. El único que puede orientarse en la noche es el filósofo, el único ajeno a la trifulca, que mira al cielo estrellado sin preocuparse por el desorden a su alrededor. La metáfora más famosa es la de Maquiavelo que compara a la fortuna con la crecida de un río antiguo que, cuando se embravece, inunda las llanuras, derriba los árboles y las casas, y arrastra la tierra de un sitio para llevarla a otro; todo el mundo huye delante de él, todo el mundo cede a su furor. “Y aunque esto sea inevitable, no obsta para que los hombres, en las épocas en que no hay nada que temer, tomen sus precauciones con diques y reparos, de manera que si el río crece otra vez, o tenga que deslizarse por un canal o su fuerza no sea tan desenfrenada ni tan perjudicial. Así sucede con la fortuna que se manifiesta con todo su poder allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus allí donde sabe que no se han hecho diques ni reparos para contenerla”.

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