Por: Luis Javier Plata Rosas
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
De neandertales siendo parte de un enterramiento prehistórico hace más de 40 mil años a grupos de personas dentro de sus automóviles contemplando un ataúd, nuestros rituales mortuorios mucho han cambiado y se han diversificado. Sin importar qué tan amplio luzca nuestro actual espectro de reacciones socioculturales ante la muerte, esto palidece desde la perspectiva de lo que, en años recientes, algunos investigadores han propuesto bautizar como tanatología evolutiva —o evotanatología, para abreviar—: el estudio de cómo ha evolucionado entre nosotros, los animales, la reacción ante la muerte. La tanatología evolutiva, para serlo, necesariamente tiene que incluir lo que desde 1926 se conoce como tanatología comparada, un área interdisciplinaria en la que biólogos, médicos y psicólogos, entre diversa fauna académica, intentan responder de qué manera otros animales reaccionan —conductualmente y, en el caso de especies con cerebros más complejos, como cetáceos y primates, puede que también psicológicamente— a la muerte de sus congéneres.