Por Saúl Iván Hernández Juárez
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La migración de la población indígena hacia el área metropolitana de Monterrey no es un fenómeno nuevo. Por efecto del acelerado proceso de industrialización que ha tenido lugar en Monterrey y su área metropolitana, desde la década de los setenta del siglo pasado la zona se convirtió en un punto de atracción laboral y residencia para distintos grupos indígenas, principalmente para los procedentes de la huasteca potosina. En ese sentido, en un primer momento, la migración “tradicional” procedente de San Luis Potosí hacia la zona regiomontana comenzó desde esa década, misma que en aquel momento no era mayoritariamente indígena, pero predominantemente masculina. Sin embargo, el establecimiento de las políticas neoliberales en México a partir de 1994, y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, acrecentaron las desigualdades económicas, sociales, agrarias y educativas en la población indígena de la huasteca potosina, pues como señalan Granados y Quezada: “La apertura comercial en el país, generó la precariedad de los precios en los cultivos que producía la huasteca potosina como el café, la caña de azúcar y la naranja, así como la carencia de tierra destinada al autoconsumo”. Así, por lo menos desde hace cuatro décadas, se ha podido identificar a la región huasteca como expulsora de fuerza de trabajo.