Por: Philip G. Altbach y Hans de Wit
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
Tal vez desde tiempos del fascismo en Europa durante la década de los treinta y la era soviética en Rusia y sus países satélites no hemos visto tantas presiones políticas sobre las instituciones de educación superior (IES) tan contundentes como las estamos viviendo en estos tiempos. En el mundo actual tan politizado, los gobiernos intervienen en las universidades y las instituciones de educación superior; buscan impulsar sus propios propósitos políticos y minar a dichas instituciones académicas como herramientas útiles, sin considerar que éstas se rigen por normas académicas o —inclusive— bajo el supuesto de que la academia crítica e independiente puede representar una amenaza para sus tendencias autoritarias. Los intentos de intervención política que observamos se diferencian de las razones típicas que los gobiernos han tenido para involucrarse en la educación superior, por ejemplo: los problemas fiscales (la falta de recursos públicos para invertir en ese nivel educativo); las políticas para expandir su acceso, o el cumplimiento de propósitos académicos. Desde luego, las políticas y los políticos siempre han influido, o tratado de hacerlo, en las relaciones de los Estados con las instituciones de educación superior buscando que éstas reflejen sus tendencias y prioridades; pero en general se había respetado la autonomía y la libertad académica. Aun en etapas pasadas de crisis fiscales, o cuando los partidos políticos han propuesto reformas contrarias a las comunidades académicas, los valores fundamentales de las universidades habían sido respetados, con contadas excepciones. No obstante, los intentos por intervenir políticamente en la educación superior amenazan estos valores, más allá regímenes como el de Corea del Norte o Myanmar, sino también en naciones como Estados Unidos o países de Europa, o inclusive en países de importancia económica como China, México, Rusia o India.