Por: Lizeth Alanis y Monika Meireles
Ilustración: Jonathan Rosas, cortesía de Nexos
La pandemia ha evidenciado aún más las múltiples caras de la desigualdad, como arrugas conocidas que ahora se notan más profundas. Por un lado, tenemos a las mujeres que, trabajando desde sus casas, son “rehenes” de dobles y/o triples jornadas laborales desde el “confort” de su hogar. También hay una fisura entre aquellos que cuentan con un empleo formal –y con la posibilidad de trabajar de manera remota– y los informales que se arriesgan diario en las calles buscando asegurar el sustento de sus familias. Es justamente esa división la que desnuda lo que pasará con gran parte de toda una generación que no ha cotizado para su jubilación: quienes se encuentran afuera de las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afores), los “sin jubilación”, serán parte de la profundización de la desigualdad futura. Para dar una dimensión del tamaño del problema, de acuerdo con la información del INEGI (2021: 16), se estima que actualmente sólo el 44 por ciento de la Población Económicamente Activa de México cotiza en el sistema de pensiones.