Por: Luis Arriaga Valenzuela, S. J.
Ilustración: Oldemar González, cortesía de Nexos
Lo propio del talante universitario es el diálogo racional que renuncia a la estridencia, especialmente cuando esta es alimentada por corrientes ideológicas definidas. Por ello, el mejor modo de aproximarse a la nueva iniciativa es situarla en el contraste entre aquello que pretende lograr y lo poco o mucho que se ha alcanzado en los últimos años. Preocupa —por ejemplo— la reducción sistemática del presupuesto para el sector; el asedio a la autonomía académica de centros públicos de investigación de reconocida excelencia (como el Centro de Investigación y Docencia Económicas, el CIDE); o la reducción de becas para posgrados en el exterior, entre otros temas. Al presentarse como ley reglamentaria del Artículo 3.° de nuestra Constitución, la iniciativa pretende garantizar el derecho de todas las personas a gozar de los beneficios de la ciencia y la innovación tecnológica en el territorio nacional. De este modo, el desafío se encuentra en la relación entre fines y medios que la propuesta busca establecer al reorganizar el quehacer de la ciencia en México. Es decir, entre los propósitos que persigue la nueva iniciativa y el modo que se ha propuesto para alcanzarlos.