Por: Claudio Lomnitz
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Cada “racismo” tiene su propia lógica, pero no suele haber simetría entre uno y otro. Si existiera racismo contra “los blancos” en México, no sería una mera inversión de, digamos, el racismo en contra de “los indios”. Ni es idéntico el racismo en contra de “los indios” al que pueda haber en contra de “los negros”. Por otra parte, tampoco es cierto que el racismo sea una cuestión de una supuesta superioridad de los blancos respecto de gente con otra pigmentación: vale la pena recordar que la palabra “esclavo” proviene de “eslavo”. Los ingleses discriminaban a los irlandeses que, aunque fueran “blancos”, eran un pueblo conquistado y eran representados como si tuvieran características somáticas y morales inferiores. Tampoco han faltado los racismos “entre negros” o “entre asiáticos”. Los genocidios en Ruanda y Burundi fueron imaginados como el resultado natural de una guerra entre dos supuestas “razas” —los hutus y los tutsis— aun cuando las verdaderas causas de esas guerras hayan sido otras. En el siglo XIX e inicios del XX, los japoneses eran imaginados racialmente superiores a los chinos y a los coreanos; la etnia han, dominante en China, se imagina superior a las minorías musulmanas que habitan el occidente de su país; y el racismo contra la minoría musulmana ha aflorado en la India en tiempos recientes…
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