Por: Maria Gala
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Las interacciones sociales que promueven las ciudades fragmentadas no son necesariamente vínculos de integración. Al contrario, crean nuevas fronteras basadas en criterios económicos y prejuicios sobre la seguridad; esto dificulta cualquier esfuerzo de inclusión y limita el acceso de los sectores populares a otros espacios de socialización (restaurantes, cafeterías, hubs o nodos culturales). Además, las características físicas de las viviendas y los vecinos son utilizadas como indicadores de la posición social, estableciendo patrones estéticos y morales que perpetúan la estigmatización y la desigualdad. En este contexto, es esencial considerar políticas y acciones que promuevan una mayor inclusión social, superando las barreras físicas y simbólicas que separan a los diferentes grupos sociales. La transformación urbana no debe ser únicamente impulsada por criterios de rentabilidad y exclusividad, sino también por la búsqueda de una ciudad más justa y equitativa, donde la convivencia y la integración sean posibles para todos los residentes.
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