Una taxonomía crítica del populismo

En ocasiones “populismo” se refiere a experiencias históricas concretas, como los gobiernos de Perón en la Argentina o de Cárdenas en México.

Taxonomía del populismo (Belén García Monroy)
Nexos
Ciudad de México /

Por: José Antonio Aguilar Rivera

Ilustración: Belén García Monroy, cortesía de Nexos

La contribución de Guadalupe Salmorán está en el análisis de la relación entre populismo y democracia. La relación es compleja, porque en el populismo conviven simultáneamente “una ‘pulsión democrática’ y una ‘vocación autoritaria’”. El núcleo ideológico del populismo está compuesto de una apelación al pueblo como “sujeto político unitario” (una visión maniquea de la política en la que el pueblo “bueno” lucha contra sus “enemigos”) y de una aspiración de restaurar el principio de la soberanía popular, supuestamente conculcado por las malévolas élites. El populista busca establecer una forma de democracia que escapa a la intermediación política. Entendido así, el populismo es cabalmente incompatible con la democracia liberal. Ahí donde ha ganado el poder se convierte en una amenaza a esa forma de gobierno. Las razones son claras. Para el liberalismo el pueblo es una agregación de personas: no constituye un colectivo distinto por encima de los individuos. Una noción en la cual el valor intrínseco de cada persona dependa de su pertenencia a una etnia, religión o clase social —o cualquier otro lazo prepolítico— es claramente antiliberal. El pueblo imaginado por el populismo es un todo unitario.

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