El mundo está cambiando y ante ello, una nueva forma de capitalismo ha comenzado a tomar fuerza como nuevo modelo económico: El capitalismo consciente. Para entender su alcance, es importante comprender qué se trata de una filosofía de negocios que prioriza el bienestar social y ambiental como una herramienta de crecimiento financiero, pues busca garantizar el bien no solo de la empresa, sino de sus públicos, colaboradores, aliados y comunidades.
“No se trata de cuánto dinero hacen las empresas, sino de cómo lo generan”, mencionaron los creadores del movimiento Raj Sisodia y John Mackey, por allá de 2017 al plantear un modelo que no solo cuide las necesidades de los grupos involucrados, sino que además, ponga al medio ambiente como uno de los pilares para un desarrollo a largo plazo y sobre todo, para un futuro global.
Redefinir el éxito de las empresas más allá de sus logros financieros es todo un reto, especialmente en América Latina, pero, ¿realmente estamos avanzando en su adopción para México? Para ponernos en contexto es importante saber que nos encontramos en una de las regiones más desiguales y contaminadas en todo el mundo, donde el 71% de la contaminación proviene de la actividad empresarial, mientras que el 80% de la riqueza nacional se encuentra en manos del 10% de la población. Por lo que, si tuviéramos que contestar hoy la pregunta, no, el país aún no se adapta al capitalismo consciente, sin embargo, nunca habíamos atravesado una época más prolífica para aceptar su uso y readaptar nuestro sistema económico a las nuevas necesidades.
Desde hace tiempo en México han surgido iniciativas importantes que, si bien no están oficialmente relacionadas con el “capitalismo consciente”, en el fondo son parte de la misma corriente filosófica y económica que busca propiciar sistemas resilientes, regenerativos y sostenibles. Entre estas se encuentran la Taxonomía sostenible publicada por la Secretaría de Hacienda en el 2023, las Normas de Información Financiera publicadas por el CINIF en mayo de 2024, las cuales tienen por objetivo impulsar a que las empresas reporten cada vez más sus acciones en temas de sostenibilidad social y ambiental. También contamos con la Ley General de Cambio Climático, los programas de transición energética y renovables, la Ley de Economía Circular, la Ley General para la Igualdad Laboral, los cambios que ha promovido la CNBV para incentivar las finanzas sustentables en las SOFOMES, las AFORES, las aseguradoras, entre muchas otras.
Desde mi perspectiva, la pregunta no es por qué México debe adoptar un modelo económico más consciente, sino cómo debe hacerlo tomando en cuenta su contexto histórico. No debemos, ni podemos, realizar cambios extremos en un entorno empresarial como el mexicano, pero sí podemos atender las necesidades inmediatas como el retorno de la inversión sin dejar de lado las prácticas de impacto y con enfoques Ambientales, Sociales y de Gobernanza que buscan los mercados crecientes como el nearshoring, las nuevas tecnologías o los consumidores más jóvenes.
Adoptar este modelo requiere 3 verdades universales: recursos, liderazgo y un cambio de mentalidad importante. Significa repensar prioridades, enfocarse en la vida de las personas y las desigualdades sociales para diseñar sistemas que promuevan una economía diferente en un contexto global donde los problemas sociales y ambientales también forman parte de las decisiones de negocios. Los impactos sociales negativos derivados de la crisis climática, son más peligrosos porque son “invisibles” y no son atendidos, a pesar de que generan al menos 5 veces más daño económico que los eventos climáticos. La depresión, el impacto emocional en el trabajo, la pérdida de talentos provocan que el PIB se vea afectado de maneras que poco se hablan, por lo que debemos reconocer en la innovación y el cambio nuevas herramientas que no solo ayudarán a crear nuevas economías, sino también a crear ventajas competitivas en un mercado que prioriza la ética empresarial, lo sostenible y los negocios a largo plazo, pues recordemos que la resiliencia es tan importante como la rentabilidad.
Hay un motivo por el que el 49% de inversionistas internacionales deciden desinvertir si un proyecto no trabaja con enfoque ASG o por el que 43% de los directivos cree que los modelos sostenibles son una oportunidad para crear negocios confiables y adaptativos, ¿qué están viendo ellos que nosotros no? No solo debemos adoptar economías conscientes porque es lo más cercano, lo que está en tendencia o lo que deja más rendimiento, sino porque podemos y porque es lo correcto.