Todos los políticos buscan poder, sea para servirse (la mayoría) o para servir a los demás (muy pocos). Y no hay ninguno, bueno o malo, que procure acotaciones al ejercerlo. Todos sueñan con tener, además de apoyo popular, oposición e instituciones que avalen lo que ellos hagan, no que lo cuestionen. La rara avis honesta argumentará que ese avalle sirve para ser más eficaz en su búsqueda del bien común; el cínico dirá que respeta los (inexistentes) equilibrios. ¿Qué distingue entonces a un demócrata de un autócrata? La humildad. Me refiero a aquello que hace que el líder capaz de desactivar sus contrapesos reconozca que se puede equivocar y que por ello, porque su sueño de concentrar el poder y gobernar a sus anchas puede convertirse en una pesadilla para el país, no conviene hacerlo realidad.
Un hombre que antes de comenzar su gobierno lo equipara a las tres epopeyas de la historia patria está en las antípodas de esa cualidad: en la soberbia. A priori, López Obrador se vio a sí mismo como un héroe del tamaño de Hidalgo y Morelos, de Juárez, de Madero y Cárdenas. Se creía incapaz de cometer errores. O quizá pensaba que puede cometerlos al pronosticar el resultado de un partido de beisbol pero que, como el papa, es infalible en temas de fe y moral, o (mundanamente) de grandes obras o reformas judiciales. ¿Para qué rayos querría AMLO órganos autónomos que lo acotaran, que entorpecieran su proeza de sublimar a México? ¿Para qué tenía que transparentar alguien que es la infalibilidad encarnada? ¿Un Instituto Nacional de Acceso a la Información? Eso se necesitaba con los presidentes sinvergüenzas y equivocados que precedieron a la 4T; con él en la Presidencia el INAI era una monserga que solo servía para que los enemigos de la transformación lo atacaran venalmente.
En la visión de AMLO, el INSABI no fue un retroceso en salud pública y un golpe a las finanzas nacionales que se habría evitado si más personas hubieran participado en su preparación, fue solo un ensayo para pavimentar el acierto del IMSS Bienestar. Y el fraude de Segalmex fue una corruptela cometida por unos cuantos grillos neoliberales que aún pululaban en la administración pública. ¿Quieren que esos pequeños contratiempos sean usados para frenar el grandioso avance a la tierra prometida? En los tiempos transformadores que vivimos, la decisión de qué transparentar y qué ocultar debe tomarla con criterio patriota el gobierno, es decir, soldados cuatroteros, no personas sin militancia que no entiendan la misión histórica que está en marcha. Falso que dos cabezas piensen mejor que una cuando esa una es La Cabeza. Falso que convenga tener retenes de conocimiento cuando quien conduce el vehículo es poseedor de la verdad absoluta y conoce más que los conocedores. Y falso que en la oscuridad de la cosa pública los seres humanos que la manejan se corrompen, no cuando esos seres son iluminados que no necesitan iluminación.Lo que se requiere no es luz: es fe.
Si la presidenta Sheinbaum empuja la posdata legislativa de su mentor por un compromiso adquirido, haría bien en reflexionar sobre el costo de la soberbia, que suele apreciarse cuando se disipa la bruma de la popularidad. Escuchar a otros, especialmente a quienes piensan distinto, no deturpa un proyecto: lo enriquece.