En nuestras interacciones cotidianas, tanto personales como grupales, reconocer los errores a través de una disculpa puede reparar daños, restaurar relaciones y abrir puertas a nuevas oportunidades de entendimiento. Este principio se extiende a contextos institucionales y gubernamentales, como el reciente caso del Instituto Hidalguense del Deporte, que ofreció disculpas públicas a un niño con síndrome de Down tras haber sido apartado injustamente del grupo general de natación en 2019, un hecho que constituyó un acto de discriminación.
En el ámbito público, las disculpas adquieren un carácter aún más simbólico. Cuando una institución reconoce sus errores, envía un mensaje de transparencia y demuestra su compromiso con la justicia y la inclusión.
En los últimos años hemos sido testigos de cómo instituciones y gobiernos en todo el mundo han ofrecido disculpas públicas para reconocer errores históricos y buscar la reconciliación, como lo ejemplifican Australia hacia los pueblos aborígenes y Canadá hacia sus comunidades indígenas. Japón ha pedido perdón desde 1990 por los abusos cometidos en Corea y China, mientras que Alemania reconoció en 2000 los horrores del Holocausto ante el Parlamento de Israel. Italia se disculpó en 2008 con Libia por el colonialismo, añadiendo reparaciones económicas, y en 2013, Países Bajos asumió su responsabilidad por las ejecuciones en Indonesia. Este año, Portugal reconoció su papel en la esclavitud en la época colonial.
En el plano histórico, la relación entre España y los pueblos originarios de América Latina sigue siendo tema de debate. España ha rechazado reiteradamente la idea de disculparse por los agravios cometidos durante la conquista. Líderes como la presidenta Claudia Sheinbaum han insistido en que un gesto de este tipo sería un acto de justicia histórica y una oportunidad para fortalecer los lazos bilaterales entre ambas naciones, argumentando que “el perdón engrandece a los pueblos”.
En 2019, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador envió una carta al rey Felipe VI de España y al papa Francisco, planteando la oportunidad de ofrecer disculpas a los pueblos originarios por los abusos cometidos durante la Conquista. Posteriormente, cuando la carta se hizo pública, López Obrador reiteró que “se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conocen como derechos humanos, matanzas, en la llamada Conquista, que se hizo con la espada y con la cruz. Se edificaron las iglesias arriba de los templos, y, bueno, se excomulgó a nuestros héroes patrios, a Hidalgo y a Morelos”.
En la carta enviada en 2019, se incluyó el siguiente mensaje: “La incursión encabezada por Cortés a nuestro actual territorio fue, sin duda, un acontecimiento fundacional de la nación mexicana actual; sin embargo, estuvo marcado por una violencia desmedida, dolor y transgresiones. Este acto comenzó como una voluntad personal que contravenía las indicaciones y los marcos legales del Reino de Castilla. La conquista se llevó a cabo mediante innumerables crímenes y atropellos, como lo demuestran los cargos presentados por la propia justicia española contra Cortés en los Juicios de Residencia a los que fue sometido entre 1518 y 1547”.
Cabe destacar que durante la presidencia de Andrés Manuel López Obrador, el Gobierno de México ofreció disculpas a los pueblos maya y yaqui y a la comunidad china en el país por hechos de violencia y discriminación.
Reconocer errores y ofrecer disculpas sinceras es un acto de fortaleza que transforma relaciones y sana heridas. En el ámbito público, este gesto es clave para construir sociedades más justas y empáticas. Es, en esencia, un pequeño gesto con un impacto profundo, capaz de recordarnos que todos, en nuestra imperfección, tenemos la capacidad de sanar y transformar un futuro mejor.