La oposición en Puebla atraviesa por uno de sus momentos más grises y mediocres.
No es otra cosa que un reflejo —más chico, más patético— de lo que pasa a nivel nacional.
Comenzando con el PAN, que en la última elección estatal logró 577,857 votos frente al millón 52 mil de Morena, insiste en mantener la tutela de Eduardo Rivera, quien lleva desde 2021 con un control férreo del partido. Aunque los resultados no fueron los esperados ni siquiera con la coalición, la dirigencia será definida por los consejeros estatales, no por la militancia. Ya sabemos para dónde va el resultado: el mismo grupo, la misma historia.
El proceso local no será diferente a la farsa que vimos el domingo pasado a nivel nacional, donde un perfil afín a Marko Cortés logró quedarse con la presidencia del partido. En Puebla hay panistas que añoran al único que supo contener al yunquismo poblano: Rafael Moreno Valle.
En lo que refiere al ya muy disminuido PRI-tanic, la cosa no es distinta ya que Néstor Camarillo busca perpetuarse en la dirigencia estatal, tal como su padrino político, Alejandro “Alito” Moreno lo hace ya con el liderazgo nacional. Lo que queda del tricolor es un cascarón rechazado, incapaz de atraer a una militancia cansada de las migajas que el grupo afín al senador deja caer de su mesa.
Y en cuanto a Movimiento Ciudadano, este fin de semana renovaron su dirigencia que ahora quedó en manos de la diputada local, Fedrha Suriano en un evento que resultó incluso ejemplar para los demás partidos opositores, hasta que en las letras chiquitas decidieron que Fernando Morales continue con una presencia activa para la toma de decisiones, es decir, seguirá operando entre bambalinas. Los que habían creído el cuento de que el ex candidato a gobernador iba a permitir que viniera una dirigencia renovada y con criterio propio, descubrieron que se trató de una simulación.
Mientras esto pasa, del lado oficialista, Morena se prepara para la salida de Olga Lucía Romero Garci-Crespo y solo es cuestión de tiempo para que unánimemente decidan por su relevo, fortaleciendo la estructura estatal y haciendo de la 4T poblana, el grupo más influyente de Puebla. Veremos si Alejandro Armenta no deja pasar la oportunidad de impulsar un liderazgo competitivo, independientemente de su origen.