El horizonte económico para Puebla en 2025 no es alentador. Entre los recortes presupuestales desde la federación y las amenazas externas, como las posibles restricciones al comercio impulsadas por Estados Unidos, se perfila un panorama sombrío. Sin embargo, mientras las familias poblanas se preparan para apretarse el cinturón, la clase política tiene otros intereses en mente.
Los partidos políticos en el estado se repartirán una bolsa de 354.3 millones de pesos para sus actividades ordinarias. Morena, con su fuerza electoral consolidada, recibirá 116.9 millones, mientras que el PAN alcanzará 59 millones. Los demás partidos, desde el PVEM hasta el PSI, se llevarán su parte proporcional según los votos obtenidos.
Y mientras los ciudadanos esperan soluciones para un posible golpe a la industria automotriz y manufacturera, motor económico del estado, los partidos están centrados en algo muy distinto: asegurarse más recursos para sí mismos. No se discute cómo compensar los recortes federales o estimular la economía, sino cuánto dinero debe recibir cada partido.
En este contexto, queda clara una cosa: la lucha por el financiamiento público no es más que una muestra del verdadero interés de la clase política. Hablan de defender a Puebla, pero su prioridad es llenar sus arcas partidistas.
La mezquindad es transversal. No solo los partidos mayoritarios buscan más recursos; también la oposición, aun con su menor representación, pelea por unos pesos extra. En un año que promete dificultades económicas, el debate no está en la reactivación económica ni en el bienestar de las familias poblanas, sino en quién se lleva la mayor tajada del pastel.
El verdadero reto en 2025 no será solo el impacto de políticas externas o los recortes presupuestales, sino la falta de una clase política que actúe con altura de miras y priorice a la sociedad por encima de sus intereses. Por ahora, lo único claro es que, cuando se trata de repartir el dinero público, las ideologías y los colores desaparecen: todos quieren su parte y la quieren ahora.
*Derecho de vigencia*
Sergio Céspedes no tomará el camino tradicional del retiro político en una embajada sino que jugará en las grandes ligas de la política nacional, y lo hará desde el Instituto Nacional de Migración. Desde ahí, estará a un susurro de Claudia Sheinbaum, influyendo en decisiones que definirán no solo la política migratoria, sino también la estabilidad interna del país.