En política, nada es azar, pero hay casos que parecen excepciones. El ascenso de Sergio Salomón Céspedes al gobierno de Puebla fue una de esas historias que parecen sacadas de un guion improbable. Una semana antes de asumir el cargo, Céspedes estaba en su oficina del Congreso del Estado, seguro de que su futuro político pasaba por convertirse en el candidato de Morena, respaldado por Miguel Barbosa. Soy testigo presencial. Ni él ni yo ni nadie, imaginó que días después se convertiría en gobernador tras el repentino fallecimiento de su mentor político.
En apenas dos años, Céspedes dejó un sello particular. Supo reconstruir puentes con sectores sociales confrontados por la administración barbosista, una hazaña que más que mérito absoluto, se vio potenciada por las cosas que se dejaron de hacer por incapacidad. Bajo este contexto, su gestión se percibe como aceptable, no solo por sus acciones, sino por el contraste con el vacío político que heredó.
Pero no hay política sin cálculo. Céspedes parece entender que cada paso que dio estuvo condicionado por un futuro que podría incluir un nuevo intento de gobernar Puebla, ahora a través del voto. Su designación como titular del Instituto Nacional de Migración será su prueba de fuego para consolidarse como un gestor nacional sin perder de vista su bastión político local.
La historia nos muestra que los gobernantes con aspiraciones futuras tienden a medir cada movimiento con lupa, buscando beneficios electorales. Sin embargo, esto no exime la tentación de utilizar recursos públicos para financiar sus deseos. En contraste, los gobernantes sin horizonte político, como Miguel Barbosa, pueden caer en excesos autoritarios al no temer las consecuencias. No hay nada que perder.
En este punto, el legado de Céspedes queda en manos del escrutinio histórico. Sus dos años como gobernador fueron de adaptación exprés y decisiones a contrarreloj.
No puede ignorarse que en la recta final, las obras de infraestructura entregadas quedaron incompletas (que no inútiles) sirviendo solo para la foto y el boletín.
Ahora, la historia juzgará a Sergio Céspedes y ya veremos que “travesuras” logra encontrar Alejandro Armenta.
El gobierno de Céspedes pasará a la historia como la suma de decisiones, que aquella madrugada del 14 de diciembre, marcaron para siempre el destino de Puebla.