Conoces esta parte de la historia de la crucifixión: “De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo a Jesús con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él”, (Mateo 27:41-44).
En algún momento uno de los ladrones le dijo: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros”, (Lucas 23:39). Lo que le pidió a Jesús es que los bajara de la cruz y los librara del sufrimiento físico. Este criminal representa a quienes en la actualidad “hacen un Jesús a su modo”. Un “Jesús” que les obedezca y haga lo que le piden. Un “Jesús” con semejanza al Aladino del cuento aquel de la lámpara maravillosa.
El otro criminal que tenía al principio la misma actitud experimentó un cambio radical. Imagínalo escuchando cosas como: “Tú que caminaste sobre las aguas, que multiplicaste panes y peces, que calmaste tempestades, que diste vista a los ciegos, que hiciste andar a paralíticos, que curaste leprosos, que resucitaste muertos…”
Él tuvo una clara comprensión de lo que estaba ocurriendo: “Respondiendo, reprendió a su compañero, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Cuidado con los que te ofrecen un “Jesús” que nunca permitirá que te enfermes o sufras; que siempre te sanará; o con un “Jesús” que te volverá próspero y lleno de fortuna. Ese no es el Jesús bíblico.
Jesús murió en la cruz cargando con tus pecados y los míos. Él fue hecho por nosotros pecador porque tú y yo lo somos ante Dios. Al violar las normas del eterno Dios, merecemos un castigo eterno.
El malhechor que está en el Cielo no se justificó; se reconoció perdido y necesitado de Jesucristo. Creyó y confió en Él. ¿Crees en Jesús? ¿En cuál? Pídele al verdadero que te perdone, salve, venga a morar a tu corazón y te dé nueva vida.