En esta historia, David y otro abogado terminaron un juicio en las Islas Aleutianas en Alaska y debían regresar a Anchorage. Un piloto les ofreció llevarlos en su avioneta privada lo que además le ahorraría dinero. David se aceptó. Él se sentó junto al piloto, mientras que la otra persona tomó el asiento trasero.
El despeje fue suave, pero en menos de cinco minutos se encontraron en medio de nubes tormentosas sin referencias visuales y el piloto perdió el conocimiento. El terror se apoderó de David y su compañero. Ninguno de los dos sabía nada de aviones. Lo único que se les ocurrió fue tomar la radio y decir, “¡Hola! ¡Hola!”, una aeronave captó la señal y cuando le explicaron lo que pasaba realizó un llamado de emergencia y poco después los contactaron desde la torre de control de Anchorage.
Una voz les dijo: “Están a minutos de estrellarse contra una montaña. Ustedes no me ven, pero yo si los veo. Mi responsabilidad es traerlos a salvo, pero hay una condición, escuchen mi voz. No se dejen llevar por lo que sienten, ni por lo que vean afuera porque la tormenta va a empeorar. Solo presten atención a mi voz, los traeré a salvo”.
David sudaba frío, pero entendió que sin esa voz no tendrían nada y morirían. Pilotos de aviones comerciales que estaban al tanto de la situación les alentaban: “Estamos orando por ustedes. Lo van a lograr. Solo escuchen la voz, esa es la clave. Confíen en la voz”.
Luego de hora y media de instrucciones la voz les dijo, “están a punto de aterrizar. Hay una pista iluminada en forma de cruz. Esa cruz es el camino a casa”. David no veía nada. La voz insistía “permanece conmigo, permanece”. De pronto la cruz apareció. La avioneta rebotó siete veces antes de detenerse. David escuchó a la voz decirle: “Gracias por escucharme. Lamentablemente he visto a muchos morir por no hacerlo”.
¿Qué voz escuchamos en esta vida turbulenta y tormentosa? Si no es la de Dios, pereceremos. Él quiere llevarnos salvos a casa. Muchas voces influyen en nosotros. Concentrarnos en las circunstancias hará que nos estrellemos. Escucha la voz de Jesús: “Ven a mí, tú que estas trabajado y cargado y te daré descanso … el que en mí cree no morirá eternamente... yo soy el camino, y la verdad y la vida… no te dejaré ni desampararé”.
Cree en el Señor Jesús y serás salvo.