Ebenezer Scrooge, protagonista de Un cuento de Navidad, de Charles Dickens, es el paradigma de la transformación de un personaje despreciable en un ser humanitario y dadivoso por acción de una forzosa y dolorosa introspección que obra por gracia del amor. La historia, adaptada cientos de veces, es un clásico navideño que cuenta la historia de un avaro que, en nochebuena, es visitado por los fantasmas de sus antiguos socios, quienes le advierten de más espíritus, que resultan ser los heraldos de las navidades del pasado, presente y futuro. Durante la madrugada Scrooge es confrontado con lo que, por su avaricia y tacañería, perdió en el pasado; con los estragos de su búsqueda de ganancias en la familia de su noble empleado, y con una visión de un futuro en el que su muerte no causa más que burlas y alivio. Después de la visita del último espíritu, Scrooge despierta en su cama la mañana de Navidad, decidido a convertirse en una persona nueva y agradecido por la oportunidad de redimirse con su sobrino, su empleado, la sociedad y consigo mismo.
Pero Scrooge, más allá de las obviedades moralizantes, es la perfecta y más triste víctima del capitalismo: tiene dinero, pero es incapaz de disfrutarlo a plenitud. A pesar de que representa el perfecto ejemplo de un hombre exitoso (inteligente, disciplinado, dispuesto a toda clase de sacrificios con tal de cumplir un plan de vida claro), parece ser infeliz. Aún cuando disfruta algunos lujos como su bata, sábanas y las cortinas de su cama, prefiere la oscuridad y el frío por baratos. De pronto comprende que su obsesión con una vida ideal lo lleva a desplazarla siempre a un punto en el futuro, y así deja pasar el amor, la amistad y la familia. La acumulación de capital convertida en su principal motivación lo lleva a desahuciar familias morosas en pleno invierno, condenar a sus empleados a trabajar en condiciones inhumanas con tal de ahorrar carbón y a expresar su desprecio por los pobres, deseando y justificando su muerte como una solución a la sobrepoblación… por eso, a pesar de haber sido creado hace más de cien años, Scrooge nos recuerda a las grandes corporaciones contemporáneas, a los directivos de empresas y consorcios, cuya inhumanidad pareciera ser compensada y justificada por el hecho de pagar impuestos.
Al final, Scrooge no es más que la triste víctima del capitalismo que ha impuesto en occidente la idea de que el presente nunca será el momento ideal para nada, porque el capital siempre será insuficiente. Scrooge es una temprana víctima de esa fallida idealización moderna del futuro según la cual tenemos que pagar el altísimo precio del presente para acceder a una vida que sea de verdad vivible.