La cuarta transformación está por entrar en la segunda fase de su gestación, al menos así nos lo recuerdan a la menor oportunidad posible autoridades en funciones, electas y por supuesto, morenistas de cepa.
A unos días de la toma de protesta de Claudia Sheinbaum los interesados en la política no podemos dejar de observar las señales que aparecen para decirnos que la consolidación de un proyecto de nación bueno o malo, según se vea, se está fraguando y más aún: hay algo que se derruye, un sistema que ya no funciona.
Evocando la obra del gran Isaac Asimov, prolífico escritor y divulgador de la ciencia: Imperio se destruyó para dar paso a una nueva Fundación ante el descontento de diversos sectores de la galaxia, que en términos llanos no es más que un pueblo que se cansó de alzar la voz, agitar las manos y sacudir pancartas para decir que tenía hambre.
Según lo veo, los encargados de construir el segundo piso de dicha transformación están mandando señales esperanzadoras en diversos sectores, basta ver que desde hace meses Sergio Céspedes y Alejandro Armenta trabajan para detonar Ciudad Modelo como un polo de desarrollo, no solo para Puebla, sino para la región sur de México.
Sin embargo, hay que ver más allá de las señales, se está mandando un mensaje al empresariado que nos dice que la atracción de inversiones nacionales o extranjeras, generación de proyectos productivos y creación de empleos pueden ser posibles en un esquema estigmatizado hacia lo contrario, por venir de un ala de la izquierda.
Es simple, todo parece ser posible si se procura seguir los preceptos que tanto pregonan: no mentir, no robar y no traicionar para evitar la corrupción.
En lo tocante al tema de seguridad, donde aún hay mucho que hacer, pareciera que se está logrando una implosión para que desde dentro los propios grupos criminales truenen y se acaben entre ellos.
Mientras, se busca que los jóvenes vean otra salida, distinta a la facilidad que ofrece el crimen, al fomentar el estudio con becas y proyectos productivos.
En contraste, se debe reconocer que tristemente se está pagando una cuota de sangre muy alta y la percepción de inseguridad tiene descontenta a la gente.
Estamos a días de que concluya el sexenio de Andrés Manuel López Obrador y el sistema mexicano no se convirtió ni en Cuba ni Venezuela, mucho menos Dinamarca; pero, si hacemos un corte de caja resulta que sí, hay grandes esperanzas para México.