Regresé de Guanajuato, la ciudad de las ranas, fascinado por tres exposiciones sobre el paisaje: “Piedra y luz”, del artista michoacano Juan Zaragoza, en la Sala Polivalente de la Universidad de Guanajuato y las otras dos, “Quinta dimensión” del pintor uruguayo Walter Cruz, y “Los frutos del paisaje”, del desaparecido guanajuatense Luis García Guerrero, en la Casa Museo de Diego Rivera.
Los dos museos en la bellísima calle Positos.
Juan Zaragoza nació en Pátzcuaro, Michoacán, estudió en la Universidad de Guanajuato, ha ganado varios premios en el estado, tiene su galería-estudio a unos pasos de la ex fábrica “La Aurora”, en San Miguel de Allende y regresa triunfante a su Alma Mater con una enorme y hermosa exposición de pinturas con luz, mucha luz, sobre el Cerro de La Bufa y sus alrededores en Guanajuato capital, sobre todo de un paraje llamado “El hormiguero”.
En la planta baja se muestran 72 trabajos del paisajista, corona el espacio una pintura majestuosa de 2.2.0 por 5.80 metros colocada en un lugar de honor.
Y en la planta alta de la Sala se aprecia una recreación de su estudio, pinturas, dibujos, bocetos, obras de pequeño formato colgadas en las paredes, objetos personales del artista…
Vi a Juan Zaragoza en su estudio de San Miguel, es un muchacho sencillo, que está viviendo el sueño de muchos estudiantes de arte:
regresar a su escuela y exponer como uno de los grandes.
Caminé unas cuadras hacia la Alhóndiga de Granaditas y en la Casa Museo de Diego Rivera vi una exposición pequeña en cantidad de obra, pero muy atractiva visualmente, “Los frutos del paisaje”, del pintor Luis García Guerrero, nacido en la ciudad de Guanajuato en 1921 y fallecido en la Ciudad de México en 1996.
Reconocido por sus pinturas de frutas, García muestra algunos paisajes de su tierra natal, muy en su estilo que lo ubica en los años setenta con mucha facilidad. Igual que sucede con la obra de Zaragoza, las pinturas de García están llenas de luz.
Y finalmente, disfruté enormemente la exposición “Quinta Dimensión”, del uruguayo Walter Cruz (1969), un artista nómada, ha vivido en Uruguay, Cuba, Argentina y México, que muestra en instalaciones, pinturas y maquetas, sus recuerdos de infancia, sus “Casitas” de azoteas perdidas en la memoria, sus noches de admiración del cielo nocturno, mientras intenta aprender los nombre s de las constelaciones, las siluetas de ciudades inventadas y el color como base de su universo urbano pletórico de anécdotas.
Dos obras me dejaron sin habla, la primera un cielo con materiales diversos, luces y mucha imaginación compartida, está en el techo de una de las salas, me acosté boca arriba para admirar por mucho rato esa obra, fantástica, maravillosas, colorida, espectacular y la segunda es un video maravilloso, un sinfín con un paisaje nocturno, urbano donde asoman algunos postes de luz, alambres y de la nada aparecen lucecitas… me emocionó… mucho.