La pandemia nos obligó a repensar y revalorar la vida humana casi en su totalidad. Desde la forma en la que nos comunicamos, entretenemos y educamos, hasta la manera en que definimos conceptos como la salud, la actividad social y el trabajo. Hoy, a escala mundial, diversas economías están enfrentando una disrupción laboral nunca antes vista impulsada por un fenómeno social bautizado como “La Gran Renuncia”, en la que millones de trabajadores alrededor del mundo han comenzado a renunciar a sus empleos a fin de “reenfocar sus carreras” o en busca de oportunidades que les permitan mantener la flexibilidad que la pandemia trajo a sus funciones. El mote no es para menos, tan solo en la segunda mitad de 2021 más de 24 millones de estadounidenses renunciaron a su trabajo, donde más de 4.5 millones de ellos dejaron su empleo en noviembre, la cifra más alta en un mes registrada por el Departamento del Trabajo en Estados Unidos (EU) desde que contabiliza estos números hace más de dos décadas. A escala global, un análisis de London School of Economics estima que 40 por ciento de los trabajadores están considerando renunciar a su empleo. Y si bien en México la realidad laboral es muy distinta a la de muchas economías desarrolladas, el cambio provocado por la pandemia ha comenzado a gestar una madurez en talento humano, que impulsado por las plataformas y el potencial tecnológico, podrían jugar un papel clave en el desarrollo de nuevas reglas laborales o en la expansión de modelos de trabajo que impacten de manera positiva a la economía del país.
Un claro ejemplo del cambio está en la efervescencia y crecimiento de la llamada “Creator Economy” o Economía del Creador. Aunque el concepto no es nuevo, el confinamiento, la expansión en el uso de la tecnología y la necesidad de conexión humana, aunque sea de forma virtual, invitaron a que cientos de miles de personas encontraran la posibilidad de crear comunidades de millones de usuarios en internet al compartir su pasiones y talentos. Y de paso no solo vivir de ello, sino crear un círculo virtuoso con un alto impacto económico. Un estudio reciente de Oxford Economics detectó que en EU, por ejemplo, el ecosistema de creadores de YouTube de forma directa e indirecta fue responsable de soportar el equivalente a 394 mil empleos de tiempo completo y de crear una contribución total al Producto Interno Bruto de ese país por alrededor de 20 mil 500 millones de dólares solo en 2020. Desde publicidad y mercadotecnia, hasta el desarrollo de ecosistemas de emprendimiento, comercio electrónico o nuevos modelos de entretenimiento, Oxford Economics apunta que la economía de los creadores es mucho más que una persona frente a una cámara haciendo videos, pues representa una nueva economía capaz de empoderar comunidades, desarrollar talentos de forma continua y crear nuevos negocios exitosos o conectar con cadenas productivas.
La oportunidad de crecimiento e impacto económico no está limitado a un país, tan solo en el último año el número de canales en YouTube que generaron ingresos anuales por arriba de los 10 mil dólares (más de 200 mil pesos) creció 40 por ciento a escala global. Y de acuerdo con cifras de la consultora GWI, regiones como América Latina y países como México, que cuentan con uno de los promedios más altos de consumo de medios y tiempo de conexión a Internet, tienen una oportunidad única a medida que más usuarios y actividades económicas se digitalizan.
Frente a una oleada masiva de trabajadores que hoy quieren redefinir el concepto de trabajo, una sociedad hiper digitalizada y naciones en busca de una acelerada reactivación económica, la frase “Me voy a dedicar a hacer videos en YouTube” gana un nuevo significado, y abre una oportunidad clave para despertar esta economía impulsada por la pasión por conectar y compartir.
Anna Sard es líder de contenido para YouTube México.