Han iniciado sus labores las nuevas administraciones municipales en el Estado de México. Ahora sí, llega el momento de demostrar en el terreno todo lo que prometieron en campaña. Y esto no será fácil.
El nivel de gobierno municipal es probablemente el más bello de la administración pública. Popularmente se dice que un alcalde en México es sacerdote, doctor, maestro, psicólogo y abuelo, todo al mismo tiempo. Y en cierto grado es verdad: el nivel municipal es en donde se toca a diario al ciudadano y, por lo tanto, se siente auténticamente el reto de gobernar.
Hasta aquí todo suena hermoso. Sin embargo, el municipalismo mexicano, consagrado en el artículo 115 de nuestra Constitución, es hoy un Frankenstein jurídico, administrativo y organizacional, que está diseñado más para fracasar que para triunfar. Los obstáculos son de dos tipos: estructurales y coyunturales.
En cuanto a los estructurales, el pacto de coordinación fiscal, que rige su operación, dice ser profundamente municipalista, pero en realidad es altamente centralista. La autonomía financiera de los ayuntamientos es tan limitada que raya en ser nula. Esto los limita también en lo jurídico, pues dependen de recursos federales y estatales en más del 90%. En lo organizacional, nuestros ayuntamientos mantienen estructuras obsoletas, algunas de ellas que provienen del siglo XVII, como el Cabildo.
Los obstáculos coyunturales son igual de graves. El primero apunta al centralismo: la concentración de poder, casi siempre recomendable en las etapas iniciales del desarrollo de un país, resulta inadecuada en la etapa intermedia que vive México. Sin embargo, hoy el ambiente político, tanto nacional como global, tiende hacia una mayor centralización. Esto anula cualquier posibilidad de fortalecer los municipios en los próximos lustros. Si a esto sumamos estructuras internas frágiles, mal remuneradas, a menudo mal capacitadas e incluso infiltradas por el crimen organizado, el reto se torna inmenso.
Yo deseo que a nuestros nuevos ayuntamientos les vaya bien, pues así nos va bien a todos. Lo normal es que haya un puñado de municipios que destaquen por sus excelentes resultados, otro grupo relativamente grande que pase inadvertido por su irrelevancia, y un último grupo que termina muy mal, por su ineficacia, ineficiencia y altísima corrupción. Ojalá dentro de tres años podamos decir que la mayoría de nuestros hoy renovados ayuntamientos estuvo dentro del primer grupo. La tarea es colosal, pero siempre existen esquemas creativos para que, dentro de las enormes limitaciones, los ayuntamientos logren generar el desarrollo que urgentemente necesitan nuestros pueblos y ciudades. Es la visión municipal de tu Sala de Consejo semanal.