¿Qué debemos recordar? ¿Qué debemos olvidar? La insistencia del lugar común, “momentos memorables”, “libros memorables”, personas, ideas, frases memorables, ¿cómo define ese ranking de lo que merece quedarse dentro del basurero de memoria y de la Historia? La “memoria histórica” es un arma ideológica, que se manipula con verdades creadas a la medida, revisionistas, oportunismo camaleónico, la verdad la define el poder. Al resto le toca creer.
La memoria debería exigir hechos, pero no lo hace, muchas veces es una maleable cámara de resguardo de nuestro propio espíritu, recordamos para definir quiénes somos y olvidamos para, justamente, alejarnos de lo que hemos creado como nuestro propio ser. A veces ese camino es largo, dejar de ser es más difícil que ser, porque siempre hay algo que avisa que tenemos una cadena atada al pie. La memoria hace que esos eslabones crezcan y crezcan hasta enredar el cuerpo y lanzarlo al océano de la nada. Le memoria también imagina, llena los huecos que deja el olvido, con historias que dan sentido a los jirones que la habitan.
Los “libros memorables” por lo general son libros que han pasado por la revisión de años de lecturas equivocadas, hay libros que no merecen ser recordados, y me dijo Gabriel Zaid “hay libros que no merecen ser terminados”. En mi biblioteca hay libros pesadilla, que me siguen como espíritus y se me aparecen, cada vez que me pierdo en mis ideas o en mis miedos, están ahí para decirme que las letras de otros fueron capaces de salvarles la vida. Tengo otros que son puro placer, que los bebí con el sentido de la culpa del que no aprende, solo goza. Los que me decepcionan los arrojo a la basura, no los regalo, jamás, jamás daré un libro que yo misma considere mediocre.
He caído en la tentación de la publicidad, de leer algo que se anunció en las listas de los más vendidos o los “mejores”. Aprendí que hasta la basura tiene sus adeptos. En cambio, tengo libros de poesía, pequeñas autoediciones que habitadas por uno o dos poemas que me dieron el placer de leerlos en voz alta.
Entre los “momentos memorables” los míos, no los de la Historia, que son vergüenza y carroña, está lo que guardo para mi sentido de seguir adelante, lo que me orienta para encontrar la luz y la salida, lo que me dice que esas cosas duras y dolorosas ya se acabaron y que si vienen otras podré vencerlas y si no, no importa, la vida no va a esperar, hay que recobrar el aliento.
La Historia, de los libros y de las memorias es una mano larga con una espada de un solo filo, que corta lo que le apetece y encumbra lo que le conviene. Nunca la escucho, mucho menos la miro, camina veloz y la dejo ir, porque sé que en realidad el olvido siempre la alcanza. Petrificados, como las víctimas de la Gorgona, están esos “momentos memorables de la Historia”, esos “libros memorables”, así sin la pasión de los que aman crear la memoria con la sinceridad de una rebeldía valerosa.