Cada que uso este espacio para hablar de Guanajuato, lo hago con la esperanza de poder decir que su pulso se ha regularizado, que los latidos trepidantes por la violencia han cedido, se han calmado, sus calles vuelven a la tranquilidad y sus parques a ver a niños corriendo de un lado a otro.
Tendré que esperar una semana más pero no pierdo la esperanza. Una semana más para dejar de ver la etiqueta de “estado más violento”. En esta supimos de los lamentables hechos ocurridos en Acámbaro y Jerécuaro, en donde explotaron coches bomba que, al menos, no dejaron heridos ni fallecidos, según reportes oficiales.
Esto va más allá, creo que el objetivo de los criminales va más allá. En sus torcidas intenciones, quitar vidas no está dentro de su agenda, al menos no esta vez, lo que buscan es mandar un mensaje contundente de “aquí estoy”. No es casualidad que esto se haya suscitado apenas durante el primer mes de la nueva gobernadora del estado, Libia García. Los criminales quieren dos cosas, la primera, aprovechar la transición entre una administración y otra para tomar los vacíos de poder que se dejen en el proceso y, segundo, decirle a la nueva administración que ahí están, marcar y defender su territorio ya ganado. Es un juego de disuasión en el que buscan, por medio del terror, establecer condiciones que les permitan conservar la influencia que ya tienen. Es difícil hablar de “narcoterrorismo”, pues los criminales no buscan poder político o sustituir al estado mexicano, solamente conservar sus zonas de influencia delictiva y económica.
Sea cual sea el concepto, la realidad es que es alarmante que un grupo criminal planee y ejecute este tipo de ataques con la frecuencia e intensidad registradas, pues no es la primer vez que vemos el uso de explosivos por su parte en el estado, desde 2019 van más de 7 atentados de este tipo. No son casos aislados y los medios no están exagerando, como algunos se atreven a señalar y a minimizar la situación. La respuesta oficial a todo esto, aunque pronta, se ha visto falta de contundencia, mientras el crimen organizado habla por medio de hechos violentos y explosivos, las administraciones en sus diferentes niveles responden con reuniones importantes y planes de nuevas estrategias. Es muy preocupante que la situación estatal de coches bomba se sume a una realidad regional de un alcalde decapitado, del hallazgo de un auto con cuerpos sin vida y de miles de desaparecidos. La realidad avanza más rápido que la teoría y las autoridades tendrán no solo que crear una estrategia seria que reduzca la intensidad y la frecuencia de la violencia, sino también que los ponga un paso adelante.