No cabe duda que Trump regresa fortalecido a la Casa Blanca. Dueño de las dos cámaras, el millonario inmobiliario es señalado como el mesías que volverá a dar grandeza a Norteamérica. Otros ven en él a un ungido por Dios que redimirá al país elegido para dirigir los destinos del mundo.
Donald Trump proclamaba durante sus actos de campaña: “Soy el elegido”. Uno de los vídeos inundó las redes como una broma, una nueva extravagancia. Sin embargo, el ultraderechista Wayne Ally Root lo describió como el “Rey de Israel”, como alguien que, para los judíos israelíes, representa algo parecido al “segundo advenimiento de Dios”. Destacados líderes evangélicos blancos comenzaron entonces a comparar a Trump con figuras bíblicas como el Rey David, especialmente cuando salía el incómodo tema de los adulterios del aspirante republicano.
¿Estamos en los albores de un fanatismo político religioso norteamericano que ve para Trump una misión mesiánica? El fanatismo es un comportamiento exacerbado. Es un estado de osadía repugnante de un grupo de personas que de manera ciega ejercen un apego excesivo por una doctrina, una causa o un personaje que conduce a la intolerancia y, a menudo, a la violencia. Fanatismo político y religioso se hermanan. Es una devoción ciega e irreductible.
Fanaticus, en latín, el que pertenece a un templo. Con el tiempo, el concepto alcanzó un sentido peyorativo. Se aplicó al excesivo celo en los sentimientos religiosos no razonables, que defiende o ataca con apasionamiento desmedido. El nacimiento del concepto es rico en lecciones en la historia de la humanidad.
¿Quién dudaría de que hubo fanatismo al masacrar a los judíos en el valle del Rin en las rutas de las Cruzadas? ¿Cómo explicar el ataque suicida a las Torres Gemelas en Nueva York? El concepto fanatismo cobra sentido gracias a las guerras de religión a partir del siglo XVI. El fanático y luego fanatismo, se convirtieron en nociones esenciales de la sensibilidad política de la modernidad.
El fanatismo se manifiesta con mayor frecuencia cuando un líder o una Iglesia fomenta cambios en las creencias ya existentes, lo que luego provoca un frenesí en sus seguidores. En este caso, el fanatismo se utiliza como adjetivo que describe la naturaleza de ciertos comportamientos que la gente reconoce como intolerantes.
El triunfo de Donald Trump no es un accidente. Hay un ascenso de las ultraderechas en el mundo que tienen como un valioso instrumento el fanatismo político religioso.